domingo, 7 de diciembre de 2014

Querido yo sin ti.

Querido yo sin ti:
hace mucho que no nos vemos y te echo de menos. Soy estúpida, lo sé, sé que después de todo lo mínimo que debería querer hacer sería matarte, pero mataría a toda la población por pasar una tarde a tu lado.
Recuerdo que me hacías tristemente feliz con tus juegos de palabras y de manos, pero ahora que te veo caminar en otras sé lo que realmente está pasando.
Pasa que siempre te he querido y jamás podré deshacerme de ti, eres como esa marca de nacimiento que odias pero a la vez no puedes dejar de señalar. 
Eres mi marca de nacimiento.
Nací el día que vi como tu sonrisa se sumergía en toda aquella espuma, nací contigo para crecer sin ti.
Para crecer después de ti.
Mi yo sin ti está bien, bueno, o eso le digo a todo el mundo.
Que estoy bien, que no te echo de menos, que nada ha cambiado desde que decidí que debías marcharte de mi vida...ya sabes, lo normal, todo lo que a la gente le jode escuchar cuando saben que estoy en las últimas y juegan a hacerme saber de ti. 
Pero lo cierto es que mi yo sin ti no es nada.
Es un espectro que no consigue reflejarse en ningún espejo, que ya no sonríe cuando lleva tres cervezas encima pero que tampoco llora. 
Me levanto de la cama por la simple razón de que, desde que tropecé contigo y me di de bruces contra el suelo, es el único sitio del que puedo levantarme. 
Ella me entiende, ella me ha visto llorar un montón de veces después de ti, me ha visto echarte de menos con las bragas por los tobillos y me ha visto despedirme de otras mientras pensaba que jamás podrán hacer conmigo lo que hiciste tú.
Calaste, tocaste y te hundiste conmigo hasta lo más hondo para después abandonarme ahí y no contarme dónde estaba la salida.
Así que ese es mi yo sin ti, el que va a echarte de menos toda la vida porque conseguiste quitármela.
El que ya nunca se ata los cordones de los zapatos por el simple placer de destrozarse las rodillas y besarlas pensando que son tus labios lo que siguen aquí, para recordar a qué sabían las heridas cuando procedían de tu boca, esa boca que ya casi no puedo recordar pero que sin embargo jamás olvidaré.
Lo peor que me ha pasado después de estar contigo es darme cuenta de que puedo estar sin ti.
Mi yo sin ti soy mi yo triste en estado puro admirando como sonríes con toda la felicidad que me robaste. Disfrútala tú que puedes, es lo único que te queda de mí.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Afrontar la derrota.

                             "Y ahora es demasiado 
                                     tarde princesa..."

Hoy quiero afrontar nuestra derrota, que no tu olvido.
Si me pongo a leernos me busco las cosquillas, me las beso y me destrozan. 
Fuimos tan gilipollas que nos dejamos hacer daño porque hacernos felices se nos escapaba de las manos.
Podíamos besarnos con los ojos cerrados, abrirnos las piernas al amor, darnos la mano en toda Gran Vía, meternos la mano en cada bar, besarnos en tu cama, en la mía, en la ducha y en todos y cada uno de los momentos de nuestra vida hasta hacernos casa y ser incapaces de afrontar la hipoteca del amor. 
¿Qué jodido, verdad? Quererse tanto como para dejarse marchar. 
Qué te parece si te digo que haces ya tanto tiempo que nunca conseguiste ser olvido. 
Porque olvidamos todo aquello que no merecemos, y yo a ti te merecía. 
Y tú a mí me merecías.
Así que, aunque lleves ya mucho tiempo perdiéndote en otros labios, en sus labios, no te atrevas a decirme que cada noche, justo antes de dormir, no piensas aunque sea durante tan sólo un segundo en mí.
Lo sé porque yo también lo hago.
Lo sé porque hoy dejaré de hacerlo.
Porque ya no te merezco ni me mereces, porque ahora son sus labios los que me encontraron mientras montaba una y otra vez en el tren que nunca pararon tus manos.
Una lástima.
Un alivio.
Y siempre llega ese día, y ese día es hoy, el día que llega después de mucho tiempo y en el que te das cuenta de que a la persona que quisiste tanto también te quiso a ti, pero que ya es demasiado tarde. 

Nunca supimos aprovechar al tiempo cuando estaba de nuestro lado
esa
fue
nuestra
d
e
r
r
o
t
a.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Duras lo que dura un semáforo rojo en Dublín.



Quién diría que seríamos la historia que nosotras mismas contaríamos.

Duras lo que dura un semáforo rojo en Dublín.

Te escribo porque hace media vida que hicimos la vida, y eso me parece motivo suficiente para perder un rato la cabeza.

No nos tenemos pero nos aguantamos, no nos aguantamos pero nos tenemos, no nos tenemos y no nos aguantamos, nos aguantamos y nos tenemos. 
Total, que te comía la boca en este preciso instante.

A veces sueño con el día que pueda volver a tocarte, y otras veces tengo pesadillas. 

Nos imagino andando despacio y coloradas del gusto, muertas de ganas, de miedo y de vida, tocando todos los puntos que nos quedan por unir y uniendo todos los puntos que nos quedan por tocar. No sé, a veces nos sueño y es maravilloso.

Mira, verás, no lo estoy haciendo tan mal, hace tiempo que no lo intentaba y ahora lo intento con todas mis fuerzas, porque no quiero perderte. No pienso perderte. 

A las pruebas me remito, que el corazón lo tienes perfecto, ¿ves? no lo estoy haciendo tan mal. 

Podría ser un desastre, podría perderte cada vez que quisiera encontrarte, podría tocarte pensando en otras y besarte pensando sólo en mí, podría abrirte cada herida y aplaudir mientras te veo sangrar, podría volverme loca de risa cada vez que lloras por verme marchar o podría quedarme y verte reír, así que entre todas estas posibilidades, creo que me quedo viviendo en ti.

No hay mucho más que decir, sólo quería contarte que duras lo que dura un semáforo rojo en Dublín: 
una 
eternidad.


lunes, 3 de noviembre de 2014

No te quiero.

                              "No te quiero tanto."

Nadie me enseñó a controlar mi sentimientos pero aprendí. 
Aprendí porque un día me dijeron que dibujase un corazón y todo era inconexo, como un puzzle de 100 piezas al que la faltan 99.

Así que me paré a pensar en ti y me repetí 99 veces que no te quería.
No te quiero. 
No te quiero.
No te quiero. 
No te quiero. 
No te quiero. 
No te quiero. 
No te quiero.

Y al final me convencí, 
mírame, 
ahora no te quiero.

Aprendí a ponerle una correa a todo lo que siento y nunca camina libre, a veces se suelta la melena pero no tarda más de unas horas en volverse a hacer la coleta. 

Es triste, 
muy muy triste tener que decirte a ti misma no, tener que prohibir tus convicciones y toda la libertad que te caracteriza pero NO
No os dejaré correr, no esta vez.

Así que me convencí: 
no te quiero.

Dame un año, quizá dos y te diré que no te quiero pero antes te quería. Me arrepentiré de todo lo que mantuve atado pero seguiré intacta, de pie. 

Seguiré con la soga al cuello.

Así que eso es todo, no os dejo salir por miedo a que nunca volváis a entrar, soy ese tipo de madre protectora que no deja que sus hijos bajen al parque a divertirse porque quiere tenerlos siempre bajo sus órdenes. 

Pero es mi corazón y mi correa, así que, por si no me ha quedado claro, no te quiero. 

Creo que aún necesito un poco más.
No te quiero. 
No te quiero. 
No te quiero. 
No te quiero. 
No te quiero.
No te quiero. 
No te quiero. 
No te quiero. 
No te quiero.
No te quiero.
No te quiero.

Ya está.

Ah, y una última cosa. 
No te fíes mucho de mí cuando estoy dolida, suelo mentir una barbaridad.

Un abrazo, 
no te quiero, 
hasta siempre.

jueves, 30 de octubre de 2014

Al fin y al cabo es lo único que me gusta.

No me gustas triste.
No me gustas cuando te veo pasear cabizbaja por la calle pensando en que la nada es tu todo más absoluto, no me gusta verte levantar la cabeza y llorar al ver el cielo negro.
No me gusta cuando me dices que nada te gusta, que has perdido el control de ti misma y que yo tengo la culpa.
No me gusta verte leyendo poesía triste mientras te fumas un porro mal liado y deslizas tu mano por las bragas para seguir llorando.
No me gusta que te calles cuando te digo que por qué no intentas ser feliz ni me gusta que no lo intentes.
No me gusta el olor a tabaco que sustentan tus labios ni el tacto a libro mojado que a veces tienen tus manos.
No me gusta que andes siempre vestida por casa ni que te acurruques en su cuello cuando crees ser feliz aunque yo te falte. Aunque después de correrte con ella pienses en mí.
No me gustan tus uñas pintadas color puta, color nostalgia. Que ser puta está de puta madre siempre y cuando lo seas conmigo.
No me gusta ver cómo la pintura negra corre por tus ojos porque dices que tus labios, y con ellos tus palabras, son de todos, menos tuyos.
Y es que si me pongo a pensar, no me gusta nada de lo que ofreces pero me gusta que todo lo que ofreces sea conmigo, porque a fin de cuentas, es de la única manera que me gustas.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Mataría a todos los "ojalá le olvides".

Imagínate que le olvidas. Que me olvidas. Que nadie te conoce aunque todos hablen de ti.
Imagínate que nunca has tenido cinco años, que no has comido con las manos, que no te has roto la rodilla jugando al balón o que nunca te has enamorado.
Imagínate que olvidas el amor inolvidable, el primer amor.
Que un día te despiertas y no sabes quién es la persona que está a tu lado,
dime, ¿serías capaz de recordarme?
Jamás le desearía a alguien un "ojalá le olvides". Mira, ojalá le recuerdes siempre, aunque haya sido la hostia de tu vida. Que nunca te falle la memoria y siempre conozcas a la persona que duerme a tu lado. Que jamás olvides el amor inolvidable: el primer amor. 
En serio, espero que siempre recuerdes a tus amigos. A aquellos que te destrozaron el corazón, a los que aún lo siguen haciendo, a los que se fueron y a los que nunca lograron llegar. Porque yo odio a aquellos que dicen "me encantaría poder olvidarle". Mira. No.
¿Acaso te gustaría que todos hablasen de ti sin que tú pudieras recordarles?

jueves, 9 de octubre de 2014

El whisky que me habló de ti.

Lo mejor que se me da hacer es beber
y fingir que todo va bien,
que el alcohol no me afecta
y que a ti no te echo de menos.

Porque decir que te echo de menos
sería arrastrarme por los huecos que esta vida
ha dejado para los que aún queriendo
jamás encuentran la salida
que les lleve directos a casa.

Que me lleve directa a tu casa
a tu cama y a tus besos
a perderme en ese juego
en el que nadie gana
y en el que a la mañana siguiente
nosotras perdemos todo
menos el miedo a decirnos:
a veces, te quiero.

Porque a veces te quiero
como se quiere al último trago de la copa de whisky
con sabor amargo,
te quiero en esa tanda final porque sé
que mañana no podré recordarlo
y que tú
no lo habrás olvidado.

Pero lo hago,
te quiero aunque no sepa si te quiero
y aunque no quiera decir
que lo hago.

Aún así me montaré en la noria de tus pasos
fingiré haberme mareado para sentir tus dedos
paseando por mis párpados 
para sentir tus labios
llorando con mis labios.

Bajaré a tu túnel del terror
y besaré tu ombligo,
creeré en todas las historias de fantasmas 
que me contaron antes de conocer
que la única realidad no escrita
está contigo. 

Y volveré a ti,
una y otra vez
otra y una vez,
volveré 
porque volver 
es la única forma
de que no perdamos
el equilibrio.

domingo, 28 de septiembre de 2014

La culpa es mía.

Lo malo de la distancia 
es que nos tiene a nosotras
y lo malo de no reconocerte
es que te echo de menos.

No pienso en ti todos los días 
pero cuando pienso en ti
es como si lo hiciese por hoy
y por los siguientes quince años,
por los daños que has recibido
y que has asumido
cuando yo me he manchado de culpa
sin ni tan siquiera tocarla.

Que ahora sé a ciencia tuya
que la culpa es mía 
pero que la compartimos cuando tus dedos
y los míos
conocen
mundos
escondidos.

Y quiero toda la culpa
quiero tenerla entera
porque asumir que si no hubiera sido por ti
no estaría aquí,
es la única manera de decir
que si no me hubieras besado
seguiría queriendo olvidar.

Tu culpa
es la culpa del héroe
que canta victoria 
mucho antes de abrirse de piernas,
que se abre de piernas
mucho antes de volverse loca
y que se vuelve loca 
mucho antes de querer
porque de eso no tiene ni puta idea,
ni espero que la tenga.

Por eso quiero que seas mi culpa
porque quiero asumirte
beberte
llorarte
culparte
quererte
follarte
tocarte
mirarte
pero sobre todo,
quiero tenerte
quiero poder conjugarte.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Tóxica.

Formas parte de mi intimidad,
de las cosas que no diría por el placer de callar,
porque el tiempo no es oro 
pero sí tú,
y quizá te estés acabando 
sólo para seguir esperando a que pase
a que ocurra,
a que llegue el momento exacto,
el instante preciso de decir:
estoy completamente loca
y es por ti.
Porque te he mentido,
no todo pasa
pero sí todo llega.
Así que ya ves
nos llegaremos a tocar
el corazón 
-las bragas-
y viceversa.
Nos llegaremos.
Me llegarás.
Y quizá pases,
sí, 
como esas estúpidas modas de otoño,
pero estoy segura de que si pasas
es conmigo,
porque a estas alturas
tengo vértigo a tus zapatos
que postergan la huida,
que se clavan firmes en el suelo
y me besan todas las gilipolleces
que pasan por esta estúpida cabeza.
Porque cada vez que lo haces,
cada vez que hundes tu lengua
en mis dientes,
tus dientes
en mis labios,
ocurre
y llega el momento 
en el que me entran ganas de decir:
estoy completamente loca 
y es por ti.

Pero mejor me callo,
te beso
y seguimos caminando
como si nada de ésto
estuviera pasando.

lunes, 25 de agosto de 2014

Cambios.

He probado a lo que sabe una ausencia y es algo parecido al te: amargo pero dulce, caliente pero frío, rico pero pobre.
Mentiría si dijese que estoy mal,
no estoy mal, de hecho, estoy asombrosamente bien. 

¿Sabes esa sensación de querer gritar, correr, saltar y acabar tirada en el suelo, con unos suspiros de menos y unas sonrisas de más? Pues yo.

Los cambios no se producen solos, ni tan siquiera nosotros producimos cambios, no os creáis tan autosuficientes porque estaréis equivocados. Nosotros, producir cambios, los mismos que no sabemos ni enamorarnos. Si hay algo imposible en esta vida es que nosotros cambiemos algo.
Pues bien, los cambios nos producen a nosotros, ¿notáis la diferencia? Cambios autosuficientes. Personas inútiles. 

Y no siempre son felices, pero cuando lo son, no hay quién los aguante. 

Os lo explico: es algo parecido a montar en las atracciones de una feria, a comer helado y mancharte toda la boca para que después te la limpien con un morreo, es algo parecido a comer macarrones con las manos o a intentar beber leche haciendo el pino. ¿Alguna vez habéis tirado piedras a un escaparate? Yo tampoco, pero sé que es algo parecido. ¿Por qué? No lo sé y probablemente tú tampoco.

Es como tirarse rodando por la montaña más alta del condado, subir a la rama más alta del árbol más cercano o derribar montañas de cojines de un solo salto.

Es algo parecido a mí, porque si me miro en este justo instante en el espejo, veo todo eso que os he contado.

Ahora me pesa más el futuro que mirar atrás, y no porque te haya olvidado si no porque hay otros cuerpos que recordar. La emoción del quién será, qué pasará y cuándo pasará. 

Pero también es echar de menos, y hacerlo de verdad. Ver a una madre pero no poder tocarla, ver a un hermano pero no poder gritarle, ver a un padre pero no poder abrazarle, ver a unas amigas y no poder bailar. Eso es echar de menos de verdad, y no vuestras sucias teorías de que no podréis volver a besarla nunca más. Algún día esas teorías también fueron mías: "no la podré volver a besar" "seguro que me olvidará" "en unos meses no se acordará de mi nombre". 
Y repito: sucias teorías, siempre os va a recordar. 

Echar de menos de verdad es completamente distinto. Es no olvidar nada, ni un olor, pero a la vez no ser capaz de recordarlo. Seguro que no me entendéis pero tampoco voy a esforzarme en que lo hagáis.

Pero después de todo, os lo prometo, no estoy nada mal. De hecho, mentiría si dijese que estoy mal, no estoy mal. Estoy asombrosamente bien. Tanto que a veces, me llego a asustar. 

Y es que ahora, justo en este instante, hay una extraña fuerza que me lleva a sentirme bien conmigo misma.

Algunos lo llaman felicidad.

Y yo, también.

domingo, 17 de agosto de 2014

Quizá puedas entenderme.

Si me voy lejos es porque quiero echarte de menos, quiero echarte tanto de menos que tenga que morderme las uñas a todas horas, tanto tanto que no pueda rascarme la espalda pensando que lo estás haciendo tú. 
Pero eso no es todo, quiero echarte tanto de menos que tenga que conspirar con muchísima premeditación y alevosía contra mis sentimientos y ser juzgada cuando aparezca tu sonrisa en ellos; que si por algún casual alguien me coge la mano no suelte esa sonrisa de gilipollas pensando que eres tú quién se está paseando por mis huellas dactilares. 
Echarte de menos a nivel experto, a un nivel que ni tú ni nadie pueda superar, que ni yo misma pueda superar, ese nivel que alcanzas cuando las cosas te salen del todo mal.
Quiero echarte de menos aquí y allí, en la cama y en el mar, echarte de menos sin saber por qué pero sabiendo siempre por qué no te lo diría jamás. 
Echarte de menos incluso por encima de toda tu nostalgia y de toda mi tristeza, superar límites en cuanto se traten de ti o de cualquier estúpida cosa que tenga que ver mínimamente contigo, por ejemplo, sentarme enfrente de la tele a no escucharla o tener en la mano una cerveza y no beberla. 
Yo que sé que al fin y al cabo todo es echarte de menos, así que yo quiero echarte de menos porque quizá, esa sea la única manera de no echarte de mi vida.

domingo, 20 de julio de 2014

Tú también tenías, te lo prometo.

Tú también tenías en el pecho estrellas,
te lo prometo;
lo sé porque cada noche
justo cuando soltabas tu primer suspiro
yo me entretenía contándolas,
una a una.
A veces contaba trescientas cincuenta y ocho,
otras veces contaba quinientas sesenta y cuatro 
y otras tantas no contaba
porque metías tu mano entre mis piernas 
y podía tocarlas yo misma.
Tú también tenías fuego en la mirada
te lo prometo;
lo sé porque cada vez que me mirabas
mis piernas querían echar a correr
pero las derretías y se quedaban inmóviles,
esperando a ser arrolladas por tus zapatillas negras
y por tu absurda manera de caminar.
Tú también tenías terciopelo en las manos
te lo prometo;
lo sé porque conseguí contar las noches 
en las que me acariciabas antes de dormir,
ciento cuatro si la memoria no me falla
y dudo que me equivoque,
porque cuando se trata de ti
no deja ni un sólo margen de error.
Me acariciabas de arriba a abajo,
de abajo a arriba,
de izquiera a derecha,
de derecha a izquierda,
y siempre,
en la novena caricia
te quedabas en tu casa
que estaba justo cinco dedos
debajo de mi ombligo.
Tú también tenías acero en las piernas,
te lo prometo;
lo sé porque cada vez que dabas un paso
me hacías pensar que no era en falso,
te creía al caminar
aunque tus gestos dijeran todo lo contrario.
Tú también tenías agua en la sonrisa,
te lo prometo;
lo sé porque quería beberte
constantemente,
en los días nublados
y en los días más calurosos de todo el verano.
Tú también me tenías a mí,
te lo prometo;
lo sé porque aún sé que te quiero
aunque no sea capaz de recordarlo.

sábado, 5 de julio de 2014

A veces.

Vuelvo más ida que cuerda 

y nada me ata.

Tengo a tres caricias de mí a una chica

está leyendo a Vicente Aleixander

y creo que va por ese verso que dice

"rostro amado/donde contemplo el mundo".

Ojalá pudiera conocerla

para no enamorarme.

Ojalá ahora mismo no estuviera imaginando

que duerme en camiseta ancha

y bragas de encaje,

siempre lleva sus pechos al aire

porque considera

que es el auge del arte

de una mujer.

Se masturba todas las noches

antes de dormir,

sin excepción 

y cada día con una técnica distinta,

repetir el placer

es su manera de ahogarse.

Es desordenada,

un auténtico desastre,

pudo darse cuenta 

cuando perdió al amor

por su esencia caprichosa.

Pero desde entonces

funde el queso 20 segundos

en el microondas 

y siente algo muy parecido.

Luego come la Nutella a cucharadas

y se echa a dormir,

quizá para soñar un mundo que no existe,

quizá para soñar,

quizá para.

A veces,

(y es importante este matiz

porque a veces

es la rendición del culpable)

pasea sola por Madrid

sonríe sola por Madrid

y se sienta sola

y lee sola,

y observa sola.

Porque a veces

(y ahora recordad el matiz)

te echa de menos.

Otras tantas sale de fiesta 

y baila hasta que son las canciones

las que la eligen a ella como su favorita,

y la bailan

y la gritan a cantos.

Aún con los pies cansados

se monta en el búho de siempre

y espera durante 43 minutos 

algo nuevo que sabe

que no pasará.

Es entonces cuando yo llego a mi casa

y me pongo mi camiseta ancha

sobre las bragas de encaje.

Luego fundo un poco de queso

durante veinte segundos

en el microondas:

y vuelvo a creer en el amor.

Después tomo Nutella a cucharadas

y me echo a dormir

porque he estado toda la noche 

haciendo que las canciones

bailen para mí,

para soñar con un mundo mejor

en el que a veces

no te eche de menos.

Tengo a tres caricias de mí a una chica

está leyendo a Vicente Aleixander

y creo que va por ese verso que dice

"rostro amado/donde contemplo el mundo".

Ojalá pudiera conocerla

para que si mientras la miro

se atreviese a preguntarme

en quién estás pensado,

tuviese la urgente necesidad de contestarle:

a veces, en mí.

martes, 1 de julio de 2014

Eras del verbo estar.

Eras presente cuando aún no me atrevía a tenerte, 
que me perdía en las horas del reloj 
porque sabía que te encontraría.

Eras la suerte
que todos buscaban en sus tréboles,
el día de San Patricio
hecho sonrisa.

Eras la colonia favorita 
de la chica del metro
que siempre salía del tercer vagón 
a las siete en punto.

Eras la pistola
que siempre apuntaba al pecho
cuando yo estaba delante,
el gatillo que siempre daba en las rodillas
con la intención de hacerme temblar
con la finalidad de verme caer.

Eras la cobardía
del atrevimiento.
La inquietud
del miedo.

Eras el reloj
que siempre llegaba 39 minutos tarde
y lo paraba empezando con el pie izquierdo.

Eras el gato blanco
que se cruzaba con una persona negra
y no le temía a la mala suerte.

Eras la reina de corazones
que tenía todos lo de la ciudad
y detestaba a cada cual
más.

Eras la princesa
que encerró al dragón 
en la última torre del castillo.

Eras el pájaro sin alas
que se tiraba desde un séptimo
porque quería aprender a volar.

Eras el dolor
hecho cura,
la cicatriz 
hecha herida.

Eras la carterista de corazones
que te pillaba a hora punta
y disparaba en tiempo muerto.

Eras el cordón de zapatilla
que siempre se desataba
pero nunca te veía caer.

Eras la cornisa favorita
de la suicida más estúpida
de todo Madrid.

Eras el policía
que daba la mano al ciudadano
y se ahorraba
cinco de cada seis palos.

Eras la chica
que temía al amor
pero estaba deseando enamorarse.

Eras La Maga
que bebía mate
y te hacia jaque.

Eras del verbo estar
pero nunca ser.

Eras tú todas las mujeres de mi vida
y ahora son todas las mujeres de mi vida
quienes hablan de ti.

martes, 24 de junio de 2014

La diferencia entre el primer y el segundo amor.1

Hoy he visto al primer 
y único amor.
Dicen que es el único verdadero
y es en lo único que no mienten
cuando hablan de enamorados.
Paseaba a mi lado (in)diferente,
con otro cuerpo
con otras manos,
con su olor impregnado en el cuello.
Recuerdo que te quise 
por como eras conmigo.
Porque sacabas tu armadura de acero
y disparabas a matar contra mi pecho, 
y eso a mí me parecía precioso.
Vivía más con el dolor de tus caricias
que con el amor de cualquier esquina.
Nadie nunca me ha conocido como tú,
que sabes cuando una gota de hielo
va a deslizarse por tu espalda, 
que sabes cuando quiero besarte 
y cuando estoy deseando matarte.
Que me preguntas 
"¿en qué piensas?"
cuando sabes que pienso en ti
y haces pactos con el diablo
porque algún día follaremos como animales
y serás, de verdad,
el
amor
de
mi
vida.
Porque llueve
y contigo de la mano el sol 
sonríe, 
sabe que nos tocamos desapercibidas
como queriendo que nadie nos vea
pero viéndonos nosotras.
No nos aguantamos la ganas de tenernos
y eso desborda el corazón
que está medio vacío 
desde la última vez que lo habitaste.
Si vuelves,
vuelve de verdad
por favor
que nadie ha sabido hacerme el amor
como lo tocaban tus manos.
Que nadie ha sabido hacerme, amor
como tus labios.
Pero no fuiste el único amor, 
también estuvo ella, 
que destrozó todos mis esquemas
con una de cal y otra de arena.
El segundo amor, 
el que te hace creer que la vida aún, 
puede tener algo de sentido
que aún puedes sacar todas tus flechas contra alguien
y que ese alguien,
tiene un círculo rojo en el pecho
y hará todo lo posible 
porque afines la puntería.
Que haces todo con ella,
la comida entre sus piernas 
y la cena entre sus sábanas. 
Pero nunca logra darte un beso en la nariz.
Pero nunca logra decirte
que entre todas
eres
la
primera.
Pero, ¿sabes qué?
Es mentira.
La diferencia entre el primero
y el segundo amor
es que el primero nunca da por hecho
haberlo sido,
pero sí haberlo hecho.

lunes, 2 de junio de 2014

Quiero una chica lluvia.


Quiero una chica que llore delante de la gente sin sentir miedo alguno, que demuestre que es valiente y que la fuerza la mantiene.
Que baile por la calle sin necesidad de que nadie cante, que mueva sus caderas al compás del silencio porque tiene la firme teoría de que no hay peor melodía que la del que no sabe escuchar.
Quiero una chica que lleve vestidos y me deje meterle mano por cada bar que pisemos, que lleve siempre un boli encima y firme en los baños en los que echemos un polvo cutre y cargado de cariño, yo qué sé, que ponga "aquí follé yo" o cualquier gilipollez de niña adolescente que me haga recordarla cuando ya se haya ido.
Quiero una chica que tenga miles de detalles pero nunca me regale nada, que se plante en la puerta de mi casa cuando sepa que voy a abrirla y sonría como si las puertas del infierno se le estuvieran abriendo en la puta cara.
Quiero una chica que me sea infiel pero no se acueste con nadie que no sea yo, no quiero que respete mis principios pero sin embargo sepa compartir todos mis finales, que tenga ideas políticas completamente opuestas a las mías y aplauda cada vez que un cabeza hueca salga por la caja tonta. Que me discuta aún a sabiendas de que no lleva razón y que se quede callada cuando sepa que la lleva.
Quiero una chica que me deje plantada en los bares porque está en el capítulo XV de su libro favorito, que llegue una hora tarde pero que llegue, y que me haga llegar. Que se comporte como una princesa de cuento en la calle pero como una zorra de película en la cama. Que me enseñe a perder  todos los absurdos modales con su lengua.
Quiero una chica que asimile las derrotas y nunca cante victoria en voz alta, que se duche con agua fría y me obligue a hacerlo todo con ella, hasta el amor.
Quiero una chica que llueva siempre, y que cada día, me reserve cinco minutos para ver el arcoiris de sus piernas.
Quiero una chica lluvia, que me abrace y me diga que no hay mejor paraguas que las manos del amor. Pero que, en las manos del amor, todos somos unos completos gilipollas.

lunes, 19 de mayo de 2014

No somos nadie.

No somos más que una montaña de todo lo que hemos perdido y todo lo que hemos ganado.
No somos más que un puñado de destrezas que caminan de puntillas para no hacer demasiado ruido ante lo desconocido. 
No somos más que simios que fingen pensar y hablar y decir y ver y escuchar cuando sólo se dejan mandar y recibir y acatar y perjudicar.
No somos gente que se queda en su casa, somos personas que salen a la calle a gritar que están hartos de que nadie les quiera escuchar.
No somos "la moda", somos artistas porque hablan de puta pena de nosotros, así que algo tendremos que estar haciendo de puta madre.
No somos lo que seremos si no lo que fuimos y nos permite caminar con la cabeza bien alta y el corazón bien puesto.
No somos cobardes, somos adultos que de mayores quieren ser alguien, da igual quién. 
No somos amigos, somos las huellas del futuro que se esfuerzan en levantarse con fuerza cuando la barbilla está a punto de rozar el suelo.
No somos hermanos, somos imanes que se agarran de la mano y lloran en silencio cuando algo va mal.
No somos familia, somos montañas de sentimientos que sacan la cabeza buscando algo de fuerza.
No somos títeres que se dejan dirigir por esas cabezas huecas que han tomado las riendas del que cada vez es menos nuestro país, somos gladiadores que salen a pisar el asfalto, a esquivar palos y a recibir golpes.
No somos la generación de los muertos porque estamos más vivos que Jesús a los tres días de su muerte.
No somos nadie, somos todos.
No eres mi recuerdo, yo soy tu olvido.
No somos infelices aunque tengamos los ojos tristes, somos chavales que saltan por la calle, que beben cerveza y leen poesía en los bares.
No somos polvo, somos todo lo que un día nos dijeron que nunca seríamos.

martes, 22 de abril de 2014

Si tú, nunca yo.

 ¿Sabes lo que más me gusta de ti?
Que en tu cama
mezclas tus piernas con la espuma que se aloja en tus caderas
y entonces te ves mucho más guapa.

Que en la noche me besas con descaro
y timidez
mientras metes tu mano entre mis bragas
y comienza la fiesta
y suenan tambores

Que te levantas por las mañanas
con una cara desaliñada
y una maraña de pelo
que te la cubre entera,
pero me miras desde tus ojos
y nos miran los tulipanes
desde la ventana.

Que en la cocina te ves patosa
y me subes a la encimera
y te ríes mientras bailamos,
pero le pueden dar por culo a la comida
que nosotras también nos estamos quemando.

¿Sabes lo que más me gusta de ti?
Que en la calle
hueles a primavera,
y sales a bailar con tu vestido de flores,
que me besas en los rincones
en los que antes
sólo encontrábamos destrozos,
y si ves un corazón roto
lo abrazas como si fuera mío.

Que en la ducha cantas terriblemente mal
pero te mueves terriblemente bien,
y a pesar de que ya hayan llamado
quinientas veces los vecinos
ojalá nunca dejes de gritarme
mientras abres ese champú con olor a fresas
"si tú me dices ven,
lo dejo todo".

Que me enseñaste
lo más importante en esta vida
porque si algún día te digo "ven"
no lo dejes todo,
ya que todo es la nada
que te quedará después de mí.

Pero sabes, sin que sea necesario que te lo diga,
que todo lo que más me gusta de ti
eres tú.
Porque te ves auténtica.
Y aprendí desde el latido cero
que nada de lo que hagas
puede superarte.

La altura suficiente está justo en tus ojos.

A veces leo todo lo que un día 

sin quererme
te escribí,
y a pesar de saber
que la pérdida sería inminente
tenía los cojones de quererte.

Tenía la poca vergüenza
de escribirte cada día,
de no darme cuenta
de que contigo ni la vida
era
vida.

La última vez que rocé tus labios
fue como la milésima de segundo
que precede al balón
que colisiona con la ventana.

Y el resto,
puedes imaginarlo.

Todo lleno de cristales rotos,
todos escritos con tus besos
que eran anónimos.

Tuvimos un 'vamos a dolernos'
en la punta de la lengua
y créeme si te digo,
que lo hicimos de puta madre.

Pero qué vas a saber tú
si antes de quererme
ya te atrevías a perderla en tu cama,
porque nunca has sabido
lo que es hacerte daño.
No te has pegado el portazo,
ni te has mareado con vueltas.
Nunca te has agarrado a un clavo ardiendo
para saber que te acabarías quemando.

No fui capaz de recordar tu nombre cuando te fuiste
porque no eras quien yo creía que tocaba.
Pero tus manos,
tu pelo,
tus sollozos en medio sueño,
el desayuno en la cocina,
la siesta en el sofá,
el baño de Madrid
y tu mirada,
todos y cada uno de ellos
tienen nombre:
Frivolidad.

Porque un amor
no es amor ni es nada
cuando el recuerdo te fusila los ojos
desde la ventana
en la que nunca
nos dijimos adiós.

Un amor que te haga llorar más veces de las que te hace reír
es como un castigo
en pleno patio de colegio.
Es como ese amigo que tiene un puñado de chicles
y te miente
mientras desenvuelve el papel
a tus espaldas.

Tenías el mejor envoltorio,
el peor caramelo
y la espalda más bonita que he visitado.
Pero tu boca,
lejos de estar llena de vida
estaba llena de mentiras.

Por eso nos fuimos a pique
porque con miedo a las alturas
nadie es capaz
de abrir el paracaídas.

jueves, 17 de abril de 2014

A las cosas por su nombre.

Ahora a una crema que hidrata la piel se le llama 'aftersun', a un los corredores 'runners', a las fiambreras 'tuppers', a los farsantes 'artistas'  y a los artistas 'farsantes', a los chicos que se follan a treinta 'machotes'  y a las chicas que follan por placer 'putas'. A los gays se les llama 'maricones' y a las lesbianas 'camioneras'. A la gente que escribe por necesidad la llaman 'intensa'  y al que no sabe cómo expresarse le dicen 'insensible'. Y del amor se atreven a contar que es una puta mierda.

A la humanidad la seguimos llamando humanidad cuando se está convirtiendo en agua que comienza a estar estancada. Que empieza a oler a putrefacta.

Y ahora bien, me gustaría saber si tú serías capaz de cambiarle el nombre a tu mascota después de estar diez años contigo. Creo que no.

Seamos personas coherentes, llamemos a cada cosa por su nombre. 

Que la crema, es crema. La fiambrera, es fiambrera. Los corredores, son corredores. Los chicos y las chicas, son chicos y chicas completamente iguales. Los artistas son artistas y los farsantes son farsantes. Los gays y las lesbianas son homosexuales. El que escribe, es escritor. Y no necesariamente poeta. El insensible es tímido. El amor, como dijo Escandar, es la hostia. Y tú, tú no eres más que esa hija de puta que se dedicaba a hacerme feliz.

                                           

domingo, 30 de marzo de 2014

Que te jodan a ti y a todas tus vueltas.

Te veía pasear como si nada, como si todo lo que digo fuera contigo pero sin que tú fueses conmigo.
Te veía deslizarte por la calle hacia tu casa, no sabías que tu casa estaba en mi ombligo.
Te veía recorrer ciudades, carreteras, mapas e incluso cuerpos, pero no quería verte.
Nunca quise verte
hasta que ya no pude mirarte.
Me besabas y te ibas,
yo te dejaba escapar
porque tus manos eran como un boomerang:
siempre volvían a mi encuentro,
siempre llegaban a mis manos.

Pero siempre
es a veces demasiado.

Debería saber que en los días soleados
el viento se queda en casa:
tú ya nunca volvías.

Ahora ya nunca me besabas.
Ahora la besabas a ella,
pero pensabas en mí:
en eso nunca lograste engañarme.
Te encontrabas en su cama
siempre que te perdían mis dudas.
La tocabas como a mí, la hablabas como a mí, la tratabas como a mí, la follabas como a mí. Pero nunca, nunca la has querido como a mí.

El tiempo corre,
pero tú me esperas.
Me besas,
me hablas,
me tocas,
me tratas,
me quieres:
la olvidas.

Que se pare el mundo,
que nos bajamos tú y yo.
Que ya no queremos vueltas,
que nos sobran las idas.
Que nos tenemos,
y todos los billetes de avión nos sobran.
Que te quiero
y que me quieres
porque el mundo es un puto infierno
cuando no estás a mi lado.
Y perdóname,
pero estar a tu lado es el octavo pecado capital,
es un pentagrama de seis líneas,
es una semana con ocho días
y un día con treinta y seis horas,
es invierno en bañador
y verano con bufanda,
es habitaciones con flores
y jardines con camas.
Es el inútil intento
de explicar mis palabras.
Es tú.
Eres tú.
Eres t.
Eres.
Soy.
Soy cobarde,
soy yo huyendo de ti
corriendo en dirección contraria.
Soy yo viéndote en el tren
saludar por la ventana
y sin echar a correr.
Soy perdiéndome en las manos
que a ti te hacían arder
y que en mí ni tan siquiera
provocan chispas.
Soy yo fingiendo que te has ido
que nunca más vas a volver,
que fue algo pasajero
y que jamás querré volverte a tener.
Soy una equivocación constante,
un aléjate de todo
pero no te olvides nada,
recoge bien la ropa
y déjalo todo como estaba
antes de ti:
hecho una auténtica mierda.
Pero vuelve y bésame,
aún no te vayas,
tira la llave y quédate
por lo menos hasta que yo me vaya. Quédate hasta que decida volver
para romperme las barreras,
quédate hasta que la olvide
y entienda que tú eres la primera.
Quédate,
no.
No te vayas.
Quédate,
no.
Ya te has ido.

Y me vuelvo a perder en su cama
y vuelvo a pensar en tu piel.
Y vuelvo,
y tú ya te has ido.
Y me encuentro en su sonrisa
pero siempre sin ti.
Me encuentro en su pecho
pero siempre conmigo.

Te veo en otras manos
susurrándome que si te he olvidado,
de verdad
a veces te comportas como una auténtica idiota.
¿Acaso serías capaz de olvidar cómo se monta en bicicleta?
Venga,
tú pon las ruedas
que yo pongo las ganas.

Que te quiero,
no te vayas.
El tiempo corre
pero tú ya no esperas
y aunque tengas tu casa,
no puedo parar de pensar en las llaves
y en cómo abrías la cerradura
antes de besarme,
no puedo olvidarme de olvidarte.

Y te vuelvo a ver
pero ahora lo entiendo todo.
No recuerdo tus manos,
no recuerdo tu pelo,
no recuerdo tu risa.
Recuerdo tus manos con las mías,
tu pelo en mi almohada,
tu risa en mi boca.
No te recuerdo a ti,
recuerdo lo que eras conmigo.
Lo que éramos antes
de que te dejase olvidar.

La hostia de mi vida.

Todo es cuestión de tiempo menos tú, que eres respuesta.

Que me dejaste con la cama deshecha y las bragas en la mano mientras pegabas el portazo.
Puedo seguir esperando a que te enamores de mí, ¿verdad?
Total, esperarte te voy a esperar, eres mejor que esperarme a mí.
Qué coño quieres que espere de alguien que se muere por el tuyo, que después de tanto invierno sigue intentando quemar la primavera y volver a arrancarte las bragas a mordiscos en el portal número veintidós.

Fuiste el vaso que colmó todas mis gotas y me rompió quedándose tan ancho.Tan largo.

Pero todas esas camas te fueron pegando, pezado a pezado, orgasmo a orgasmo.

Como yo, que pegué las sonrisas que dejaste rotas cuando te marchaste. Y acabé con todos los campos de margaritas que arrasaban la ciudad.

Qué haces con tu olfato desde que no tienes cerca mi colonia favorita. Quién te hace tu desayuno preferido para llevártelo a la cama. Quién va a abrir las puertas de tus bragas y meterse hasta el corazón.

Te fuiste, como el calor en septiembre, como los amores de verano. Que no son amores, son los mejores meses del año.

Que el amor cuando se acaba nadie lo tira a la basura, nos encanta cogerlo y abrazarlo, yacer con él justo al lado, desnudarnos por las noches delante suya con la mano entre las piernas y un orgasmo en los ojos. Que sí, que somos tan gilipollas que hablamos de él durante días y días seguidos, ahogamos a la almohada con sus recuerdos y besamos todas las esquinas en las que plantó su culo mientras nos tenía encima.

Que si nos ponemos, nos tocamos. Y si se pone, le invitamos a cerveza.

Nos paramos delante, para ver como la espuma salta en el volcán que habita en su boca para llegar hasta las entrañas. Hasta donde antes, quedaban pequeños resquicios de amor, de mí. A dónde van las mariposas cuando las matamos porque nos acojona querer a quien está al lado.

No es que estemos muertos, es que nos estamos matando.

Tenemos que enamorarnos, que no forzar el amor. A nadie le gustan las bombas de relojería. Tenemos que enamorarnos hasta que duela, y cuando duela, seguir enamorándonos. Que al fin y al cabo el amor, es lo único que merece quitarnos la vida.

lunes, 24 de marzo de 2014

Al final siempre está el fin.

Algunos días quieres llorar
y ni tan siquiera una lágrima
quiere suicidarse.
Pero tú sigue así
aparece cuando más me lo espero
que será cuando menos te necesite.

¿Te preguntaste alguna vez qué pasó conmigo cuando te marchaste?

Tú contigo
tenías suficiente.
Te mirabas al espejo cuando querías
te acariciabas el pelo cuando querías
te follabas cuando querías.
Te tenías a ti
y eso es todo lo que te sobraba.

Claro que no me entiendes.
Pero intenta olvidarte
aunque tan sólo sea un día
y empezarás a saber de qué hablo.

Perderte fue el castigo,
echarte de menos la derrota.

Después de mí,
todos me hablaban de ti.
De lo que hacías,
de lo que hablabas,
de con quién ibas
y de a quién besabas.

A quién le importas tú
si no es a mí.
A quién le importo yo si no es contigo.

Precipitarse a tu recuerdo
es apostar todo el sueño al dolor,
y apostar algo que no tengo
es cerciorarse de que la pérdida
será inminente.
Como todo contigo.
Que de golpe te vas
y de golpe vuelves.

No vivo de ti,
vivo de tus hostias.

Por si te interesa,
(porque me gusta seguir pensando
que piensas en mí,
por gilipollas que parezca esa idea),
después de ti quedé yo.
Mi yo en estado puro,
porque antes de ti
no tenía ni puta idea de a quién veía en el espejo.

Pero no he cambiado tanto,
seguiré haciéndome la dura
cuando alguien venga con intenciones
de pasar más de una noche en mi cama,
seguiré guardando las bragas
en el primer cajón
y los calcetines en el segundo,
la caja con los recuerdos de antes de ti
sigue en el segundo estante,
la caja con los recuerdos  de después de ti
no existe:
he dado por imposible olvidarte.

Sigo comiendo palomitas con sal y azúcar,
y la Nutella a cucharadas.
Sigo bebiendo cerveza de manera descarada
y poniendo cara de pena cuando quiero convencer a alguien
de que sin duda, mi plan es el mejor.

He vuelto a negar a todo el mundo
que todavía te recuerdo
y he vuelto a decirle a mi madre
que para mí no fuiste importante.

Cuando salgo de fiesta
nadie puede bailar como yo encima de las barras.
Y cuando pienso todo lo que era antes de ti
me ahogo en un vaso de agua.

Aún pongo diez alarmas cada cinco minutos
y me sigo quedando dormida
porque no es tu voz la que me despierta.

Vuelvo a besar corazones
sin intención alguna de quedarme.
Pienso que tú sacaste lo peor de mí
porque hiciste creer a los demás
que el amor era la hostia.
¡PUM!

Seguiré mintiendo cuando alguien me pregunte
que si creo en el amor.
Regresaré a los bares de siempre
con las personas de siempre,
pediré un abrazo cuando lo necesite
y estiraré mi mano cuando con urgencia
necesite una dosis de cosquillas.

Toda esta vida
quedó después de ti.
Que al final,
siempre está el fin,
y en el fin
sigo siendo la misma
pero volviendo a pensar en ti
aún a sabiendas de que contigo
nunca diré hasta mañana.

viernes, 28 de febrero de 2014

Duda en do mayor.


                   -¿Tú me echas de menos?
                  -A veces.
                 -¿Por qué?
                 -Porque nadie ha sido
                  más importante
                 después de ti.

Después de tanto tiempo hemos vuelto a acabar el día como solíamos hacerlo, reventándonos el tímpano durante horas.

Hemos hablado de ti, de mí, de las veces que he follado en esta cama sin que fuese contigo pero manteniendo que lo importante es que aquí tú fuiste la primera.

De los labios que hemos besado desde que nos marchamos, de las bragas que mojamos, de los olvidos que robamos, de los intentos fallidos de no saber más de ti.

De las dudas, de los cuentos que creía cuando me decías que nunca llegaste a besarla, de la cara de idiota que se me puso en aquel cumpleaños.

De las veces que yo te decía que no y tú pasabas la mano por mi tripa y era sí, de cuando llegábamos tarde porque todos esos gilipollas no entendían que hacerte el amor, o hacerte, amor, era mucho más importante que ellos.

Del precioso comienzo de película que como todas tuvo final, de las veces que cogías mi mano debajo de la mesa, de cómo conseguías ponerme nerviosa, de que casi nos pillaban hasta que nos pillaron, del 'joder cariño, la has liado' y de todas las veces que te quedaste a vivir.

De que a lo mejor sí que estuve enamorada pero cuando llega la duda la trama pierde seriedad, de las veces que suelto 'ay joder, hija de puta, ojalá nunca hubieras aparecido', porque a ti sí que ojalá no te hubiera conocido en mi puta vida.

De tu sofá, de las películas, de la manta de tus piernas, de los sábados en vela, del comienzo que decía 'sólo es ella', de las vistas por la ventana, de la primera vez.

De la vida, de la nuestra. Y es que al final de todo sólo nos queda emborracharnos.

jueves, 13 de febrero de 2014

Hasta que de aplausos nos enamoremos.

¿Qué probabilidad hay de que permanezcas junto a mí si te pido que me beses, que decidas quedarte?

Lo siento, pero es que no me puedo creer que no te hayas dado cuenta de cómo miro tus labios. Como un suicida en la azotea del Círculo  de Bellas Artes. Como el que admira a un cerezo en primavera. Como un ciclista llegando a la línea de meta. Como un asesino en la cárcel.

Qué pasaría si en un descuido, me cuelgo de tus labios y me precipito a la catarata de tus piernas. Si de golpe ponemos todos los semáforos en rojo y la gente aplaude mientras nos besamos.

Imagínate que vuelves sin tan siquiera haber estado nunca. Que eso es lo malo de que nunca te hayas ido: que tampoco te has quedado.

Quién me diría que estaríamos así. Que no estaríamos pero sin embargo, moriríamos de ganas por estar. Que muerto el perro, no se acabó la rabia. Que tú me has matado ya varias veces y mis ganas de quererte siguen intactas.

Si quieres, si no te atreves, si ves que no me atrevo, podemos dejarnos pasar. Como el que pierde un tren en su puta cara y después nunca más vuelve a pensar en él. Pero te aviso, nos arrepentiremos de haberlo hecho. Al saltar, me acordaré del vacío enorme que vestían tus manos. Al besar, te acordarás del recelo con el que mis dientes se mordían el labio.

Y es que fíjate, presta sólo un poco de atención, he censurado todos los monólogos que hace mi mirada cuando te tiene delante por escándalo emocional. Pero tú puedes seguir como si nada. Como si acaso tus manos no hablasen por ti.

¿Quieres oír un consejo? Aprende a mentir.

Piénsalo menos de lo que me piensas a mí, pero toda esa gente ya está preparada para aplaudir.

martes, 4 de febrero de 2014

No nos pongamos tan dramáticos.

Hoy he mirado la alarma justo un minuto antes de sonar, y he cerrado los ojos de nuevo.

Como cuando sabes que es la última noche con una persona y no paráis de abrazaros,
de follar,
de besaros.
O como los tres segundos antes de correrte, esa sensación de placer y dolor.
Los tres segundos de después.
Como cuando pegas el último mordisco a tu bocadillo de jamón y después soplas las migas que has dejado en la chaqueta.
Como la última cucharada de tu postre favorito,
como mi última cucharada de la tarta de queso.
Como esos tres segundos en la ducha en los que el agua sale completamente fría y te atreves a soltar un pequeño grito.
O como cuando vas en el metro a hora punta y llegas a tu parada,
y te bajas.
Como cuando tu madre te echa una bronca horrible y por fin, después de media hora gritando, se calla.
Como cuando te dicen que quedan cinco minutos en la clase que odias:
y suena el timbre.
Como el último día de trabajo antes de las vacaciones de verano.
Como el último partido de liga, ése que siempre acaba en ducha y alcohol.
Como los últimos diez minutos en un viaje de seis horas:por fin vas a verla después de tanto tiempo.
O como cuando se va para no volver y te besa, el último beso de despedida, joder, el último abrazo de despedida.
Como aquella noche en la parada de autobús, cuando tú me mirabas los labios y yo no tenía cojones de besarte.
Como la última vez que te pienso al día, que es la que precede a la primera.

No seamos tan dramáticos y esforcémonos en poner los cinco sentidos en pensar que los finales, sí son para tanto. Para tanto sonreír. Porque al fin y al cabo, el último polvo siempre va a ser el polvo de tu vida.

martes, 28 de enero de 2014

La asimetría de los puzzles o como mandarte a la mierda de un sólo portazo.

Apareces.
A veces lo haces,
como una estrella fugaz
que te recuerda que pediste un deseo
y justo cuando se cumplió,
desapareció.

Así fuiste,
un deseo momentáneo
que duró una vida.
Ahora sólo me quedan seis.
Fuimos casa y ruina
pero no sobrevivimos al incendio.

Y mira que se nos daba bien quemarnos,
enredarnos en las sábanas
y arder.

Pero aquella tarde
prendieron todas las fotos
las cartas
                                     (tus ojos
                                   mis ganas)

Pegamos un portazo
sin abrazo,
sin beso
sin vuelta.

Dime,
cuántas noches en vela me robaste por verte dormir;
por creerte sueño mientras soñabas
y robarme un beso en aquel escenario,
en aquella cama en la que ahora
sólo quedan recuerdos.

Y recuérdalo,
algún día volveré a pasar por tu vida.
Porque que nadie te engañe,
los trenes siempre van uno de ida
y otro de vuelta.

                (La diferencia entre ambos
                 es que el de vuelta
                 siempre lleva    
                 pasajero especial.)

Cuando eso ocurra no te asustes,
no grites:
sentirás un fuerte dolor en el pecho
que bajará directo a tu estómago
y por un momento volverás a sentir
esas mariposas que callaste durante tanto tiempo.
De golpe
otra vez ha vuelto el calor.

Pero no te alarmes,
no soy yo.
Es tan sólo tu recuerdo de vuelta,
tu tren
cerrando las puertas en tus narices.
Nadie es capaz de matar a los recuerdos,
ni tan siquiera tú
que conseguiste matarme a mí.
Sólo somos capaces de pensar
que los hemos escondido,
de jugar con ellos a ver quién pilla primero
y a ver quién es el último en mancharse de sal
e intentar salir corriendo.

Pero no, esta vez no corras
échale corazón al asunto,
y piensa en todo lo que me hiciste perder
mientras tú me ganabas.
En como tú te colgaste la medalla
y adiós;
pero escúchame bien, sé
que nadie ha vuelto a desperezarse como yo a tu lado,
ni tan siquiera te ha vuelto a acariciar con la yema de los dedos
diciéndote que eres cielo.

Escúchame bien,
te he querido
pero si algo he aprendido de ti
es que "ningún puzzle
contiene dos piezas completamente iguales."

domingo, 26 de enero de 2014

Sólo te pediré algo más: recuérdame.

Aún recuerdo cuando me decías que estábamos convirtiendo los nuncas en siempres y que con ello, y toda la fuerza de nuestras piernas, éramos capaces de acojonar a la alarma que sonaba cinco minutos después de la primera vez.

Tengo en el lado izquierdo del pecho una cruz, si no me crees ven y tócala tú misma, pero luego no te olvides de bajarme las bragas, que desde que te marchaste, es lo único que está en su sitio.

La bandera que clavaste la perdí, como a ti. Ya no recuerdo ni de qué color era, pero tus ojos son inigualables. De lo que sí me acuerdo perfectamente es de que, cada vez que salgo a echarte un poco de más, bebo ron con cola. Te juro que tiene la mirada tan fría como tú, tan penetrante.

Al día siguiente no sé si borracha aún, paseo por Madrid. Que por cierto, desde que tú no estás no es lo mismo. Camino por la calle de siempre, le sonrío a la dependienta de siempre, cruzo en verde el mismo semáforo que tu culo ponía en rojo, y acabo tomándome una cerveza donde siempre. Donde nunca volveré a verte. Luego llego al sitio donde perdía todos mis miedos y dejo un par de flores, sí, sólo dos. Son tan frágiles ante la lluvia y tan fuertes frente a tu recuerdo.

Y después de todo ésto, garabateo líneas firmes en trazos curvos, hago un avión y lo lanzo lo más lejos posible, en él te escribo una carta:

antes de llegar a ti quizá ésto haya pasado por miles de personas, posiblemente con alguna hayamos compartido cama, pero sé que cuando te llegue sabrás que es para ti, tienes demasiadas páginas escritas de mi puño y letra, no creo que seas tan descuidada como para olvidar mi desastrosa caligrafía después de tanto tiempo. No sé muy bien qué quiero decirte, pero estoy escuchando una canción que dice 'quién dijo que nada es eterno se olvidaba del recuerdo' y te prometo que por un segundo he pensado que si tuviera que pedir un deseo ahora mismo, sería tu recuerdo. Así que, si no es mucho pedir, recuérdame.

domingo, 19 de enero de 2014

Prométeme que creerás en la magia.

Acabo de tener una conversación sobre el amor y quizá mis palabras no han sentado bien.

Pero qué voy a hacerle si pienso que es sólo un truco de magia y que cuando descubres el as de la manga, finaliza.

Luego, te hacen pensar. Y todo se resume a un montón de miedos, uno encima de otro que hablan de ti, amor.

Imagínate que vuelves a llamar y yo respondo, que marcas los nueve dígitos de siempre y nos vemos donde siempre.
O que aprendes a quererme menos y mejor.
Imagínate que recibo un jardín de flores con una carta que lleva tu caligrafía, que tiene nada en especial, pero es tuya.
O imagina, sólo por un momento, que vuelves a dormir a mi lado. Me sientas bien, eh.

Ahora yo estoy imaginando que el amor existe, que lejos de ti, alguien me sonríe, me agarra de la mano y dando pasos firmes por escaleras de mármol, me sube a la azotea y me dice 'mira el cielo, ¿ves ahí el amor?' y entonces me besa. Y coño, el amor.

Entonces a lo mejor tú no eres para siempre, ella no es para siempre y ni tan siquiera el amor es para siempre, pero ojalá sepas tantos trucos como besos me debes, yo prometo nunca arruinarte el espectáculo y tú promete creer en la magia.

Quizá todo se resume en descubrir el truco, aplaudir fuerte y dejar que nos sigan sorprendiendo.

martes, 14 de enero de 2014

Aún queda esperanza, de verdad.

Hoy quiero contaros algo, no es poesía ni ninguna mierda de esas. Es algo mucho más bonito, si cabe.

Cuando me he levantado, a las seis de la mañana, pensaba que hoy sería un día asqueroso. De ésos en los que prefieres no salir de la cama. Vístete, vete a trabajar, ve al hospital a contar ojos tristes, vete a clase y vuelve a trabajar. Sí, y vuelve a trabajar. Ahí se esconde toda la magia. Esperad, ahora podréis entenderme:

otro día más, a la una vuelta al trabajo pero esta vez, con un poco de lluvia. He entrado a la boca de renfe de siempre y he sacado papeles para comenzar a repartir. Casi no me había percatado de su presencia hasta que mis ojos se fijaron en sus manos: cansadas, con guantes de cuero y un libro rojo entre las ellas. Lo siento, pero no he podido evitar sonreír. Después le he mirado de pies a cabeza: zapatillas rotas y llenas de barro, pantalones demasiado gastados, chaqueta de plumas pero demasiado corta, barba de por lo menos cinco meses y sonrisa de por lo menos siete vidas. Tiene alma de gato, lo sé, lo he visto en su ojos azules, eran más bonitos que el cielo, cualquier persona podría ver su pureza a kilómetros de distancia.

No he podido evitar volver a sonreír, y he comenzado a trabajar. A veces, notaba como su tímida mirada se dirigía hacia mí, y yo no podía evitar mirarle.

-'Tome, mujer, por si le apetece ir a comer.'
-No, muchas gracias.

Y vuelvo a guardarme el papel en el taco que tengo entre las manos. Él ha sonreído y yo le he dedicado una mueca de felicidad.

Unos minutos más tarde, volvió a pasar lo mismo, pero esta vez quien se reía era yo. Y él, qué coño, él también.
Os juro que sin alojar ni un sólo diente en el enorme túnel que formaba su boca sabía sonreír. Es más, me atrevería a decir que nunca he visto una sonrisa más bonita.

-Oye tú, no te rías tanto. ¿Te gusta leer?
-Sí.
-¿Qué lees?

Y me acomodé justo a su lado, sentada en el suelo cuando él me mostró su libro. Rojo y fino, nunca había visto ese título antes.

-No sé qué libro es, ¿te parece entretenido?
-No, es un pestiño. Nada más que habla de amoríos.
-¿Y no tienes más libros?
-No, no he podido conseguir más.
-Umh. ¿Estás siempre por aquí?
-No, sólo cuando llueve.
-¿Y qué te parece si mañana, más o menos a esta hora te pasas por aquí, y yo te traigo un par de libros?

Os prometo que no he necesitado respuesta. Le brillaban los ojos, tenía una sonrisa entre las manos y en sólo veinticuatro horas tendría algunas más.

-Gra...gracias. Te estaría muy agradecido.
-No se hable más, voy a seguir trabajando.

Sólo me quedaban veinte minutos de trabajo, pero no aguantaba ni un segundo más. Quería saber más de él. Tenía la necesidad de saber más de él.  Así que, volví a su lado.

-Y oye...¿tienes hambre?
-Bueno.
-¿Quieres que te traiga un par de hamburguesas?
-No, muchas gracias, tengo Filipinos de chocolate.

Justo ahí se me escapó una sonrisa. Él la respondió amablemente.

-Pero, mira qué frío hace. Piensa en unas hamburguesas calientes, ¿de verdad que no te apetecen?
-La verdad...
-Venga, ¿de pollo o de carne?
-Puestos a elegir, prefiero carne.
-¡Ya está! Tardo veinte minutos, espérame eh.

Su sonrisa consiguió apartar a todas esas asquerosas nubes, y mi felicidad parecía que quería volar.

Y así he hecho, he volado hasta el Burger más cercano y he pedido dos hamburguesas. A mi vuelta, seguía ahí, sentado, leyendo.

-¡Hola! ¡Aquí tienes, tu comida!
-Muchas gracias.

Sé que no podía pronunciar palabra, pero yo tampoco. Ahí estábamos los dos, sonriendo. Como si fuéramos dos niños pequeños montando en su bicicleta nueva por primera vez.

-¿Quieres que hagamos un trato? Todos los miércoles quedamos aquí, a esta hora, tú me traes los libros que te dejé la semana anterior y yo te traigo nuevos. Me ofrezco a ser tu biblioteca humana.
-¡Acepto! ¡Trato hecho! ¡Mañana no me falles eh, que ya me has dejado con los dientes largos!

Y justo ahí, me he girado. He respirado hondo, he sonreído profundo y he vuelto a mirarle mientras bajaba las escaleras mecánicas. Ojalá hubierais visto su sonrisa. De oreja a oreja. Ojalá hubierais visto la mía.

Ahora tengo dos cosas que hacer hoy: pensar un par de títulos, y haceros saber que en el mundo, aún queda esperanza. Porque si algo puedo asegurar y aseguro, es que, la imagen no lo es todo. Y prefiero mil ropas viejas y agradecidas, a una corbata chillona y repugnante. Porque debajo de las imágenes más feas, se esconden los mejores corazones.

Y esta entrada la hago sonriendo, y os pido que la leáis. Por primera vez os lo pido: quiero que me leáis. Quiero que seáis capaces de imaginar su sonrisa bajo esa gran maraña de barba. Y que por favor, nunca dejéis de tener esperanza. Porque en cualquier rincón, en cualquier mano vieja o en cualquier ropa arrugada seréis capaz de encontrarla.

Yo ya la encontrado, y creo, que a partir de hoy, mi día favorito será el miércoles.

lunes, 6 de enero de 2014

La loca más bella de la ciudad.

Hoy hemos vuelto a mirarnos a los ojos.

Y como si de mi vida se tratase
han vuelto un millón de recuerdos.

Como cuando te decía que estaba triste
tú te disfrazabas de animal,
me sacabas a bailar
y me pisabas un par de veces los talones,
luego te deshacías del disfraz
me tumbabas en la cama
y leías a Cortazar en voz alta
en concreto esa parte en la que dice:
"le metían un palo por el cúúúlo,
¡Pobre señor! ¡Pobre señor!"
Conseguías hacerme llorar de la risa,
estabas completamente loca.

Como cuando te decía que me invitases a cenar
y tú aceptabas encantada:
cuando llegaba me abrías de piernas
y comenzabas a indagar en la cocina
'el mejor plato está entre tus piernas'
decías.
Teníamos baile para toda la noche,
que duraba lo que duran las persianas bajadas.
Todo el día.

También recuerdo cuando llovía,
nos poníamos las botas y salíamos a saltar
'de charco en charco
y te beso porque me tocas'
decías.
Luego sacabas las llaves de tu coche
ponías a Nacho
y cuando veíamos algún charco
acelerabas a traición.
Ahí siempre nos poníamos perdidos de risa.

¿Recuerdas cuando me veías dibujar?
Te sentabas a mi lado
me desnudabas completamente
y con el pincel
pintabas trazos abstractos
por todo mi torso desnudo:
'todo tesoro requiere un mapa'
decías.
Y pintabas una X justo en el lado derecho de mi pecho
'el corazón está sobrevalorado, yo quiero tus manos'
decías.

Y cuando yo dormía la siesta,
cómo olvidarlo:
tú siempre me despertabas
alarmando mi sueño con un falso incendio,
entonces me cogías de la muñeca
y echábamos a correr hacia la ducha
mientras abrías el agua gritabas:
'¿preparada?
vamos a tener nuestro vigésimo concierto,
y en acústico, nada más ni nada menos'.
Y los vecinos se quejaban
porque no parábamos de gritar.

Estabas completamente loca, cariño.

¡Maldita loca!

Ahora quiero decirte algo:

hay demasiada gente con la que hacer cosas, y demasiada poca con la que hacer absolutamente nada.

Ahora, por favor, vete.
No quiero hacer absolutamente nada
y quiero hacerlo sola.

 

Qué cordura tan asquerosa quedó después de ti.