domingo, 9 de noviembre de 2014

Duras lo que dura un semáforo rojo en Dublín.



Quién diría que seríamos la historia que nosotras mismas contaríamos.

Duras lo que dura un semáforo rojo en Dublín.

Te escribo porque hace media vida que hicimos la vida, y eso me parece motivo suficiente para perder un rato la cabeza.

No nos tenemos pero nos aguantamos, no nos aguantamos pero nos tenemos, no nos tenemos y no nos aguantamos, nos aguantamos y nos tenemos. 
Total, que te comía la boca en este preciso instante.

A veces sueño con el día que pueda volver a tocarte, y otras veces tengo pesadillas. 

Nos imagino andando despacio y coloradas del gusto, muertas de ganas, de miedo y de vida, tocando todos los puntos que nos quedan por unir y uniendo todos los puntos que nos quedan por tocar. No sé, a veces nos sueño y es maravilloso.

Mira, verás, no lo estoy haciendo tan mal, hace tiempo que no lo intentaba y ahora lo intento con todas mis fuerzas, porque no quiero perderte. No pienso perderte. 

A las pruebas me remito, que el corazón lo tienes perfecto, ¿ves? no lo estoy haciendo tan mal. 

Podría ser un desastre, podría perderte cada vez que quisiera encontrarte, podría tocarte pensando en otras y besarte pensando sólo en mí, podría abrirte cada herida y aplaudir mientras te veo sangrar, podría volverme loca de risa cada vez que lloras por verme marchar o podría quedarme y verte reír, así que entre todas estas posibilidades, creo que me quedo viviendo en ti.

No hay mucho más que decir, sólo quería contarte que duras lo que dura un semáforo rojo en Dublín: 
una 
eternidad.


lunes, 3 de noviembre de 2014

No te quiero.

                              "No te quiero tanto."

Nadie me enseñó a controlar mi sentimientos pero aprendí. 
Aprendí porque un día me dijeron que dibujase un corazón y todo era inconexo, como un puzzle de 100 piezas al que la faltan 99.

Así que me paré a pensar en ti y me repetí 99 veces que no te quería.
No te quiero. 
No te quiero.
No te quiero. 
No te quiero. 
No te quiero. 
No te quiero. 
No te quiero.

Y al final me convencí, 
mírame, 
ahora no te quiero.

Aprendí a ponerle una correa a todo lo que siento y nunca camina libre, a veces se suelta la melena pero no tarda más de unas horas en volverse a hacer la coleta. 

Es triste, 
muy muy triste tener que decirte a ti misma no, tener que prohibir tus convicciones y toda la libertad que te caracteriza pero NO
No os dejaré correr, no esta vez.

Así que me convencí: 
no te quiero.

Dame un año, quizá dos y te diré que no te quiero pero antes te quería. Me arrepentiré de todo lo que mantuve atado pero seguiré intacta, de pie. 

Seguiré con la soga al cuello.

Así que eso es todo, no os dejo salir por miedo a que nunca volváis a entrar, soy ese tipo de madre protectora que no deja que sus hijos bajen al parque a divertirse porque quiere tenerlos siempre bajo sus órdenes. 

Pero es mi corazón y mi correa, así que, por si no me ha quedado claro, no te quiero. 

Creo que aún necesito un poco más.
No te quiero. 
No te quiero. 
No te quiero. 
No te quiero. 
No te quiero.
No te quiero. 
No te quiero. 
No te quiero. 
No te quiero.
No te quiero.
No te quiero.

Ya está.

Ah, y una última cosa. 
No te fíes mucho de mí cuando estoy dolida, suelo mentir una barbaridad.

Un abrazo, 
no te quiero, 
hasta siempre.