Quién diría que seríamos la historia que nosotras mismas contaríamos.
Duras lo que dura un semáforo rojo en Dublín.
Te escribo porque hace media vida que hicimos la vida, y eso me parece motivo suficiente para perder un rato la cabeza.
No nos tenemos pero nos aguantamos, no nos aguantamos pero nos tenemos, no nos tenemos y no nos aguantamos, nos aguantamos y nos tenemos.
Total, que te comía la boca en este preciso instante.
A veces sueño con el día que pueda volver a tocarte, y otras veces tengo pesadillas.
Nos imagino andando despacio y coloradas del gusto, muertas de ganas, de miedo y de vida, tocando todos los puntos que nos quedan por unir y uniendo todos los puntos que nos quedan por tocar. No sé, a veces nos sueño y es maravilloso.
Mira, verás, no lo estoy haciendo tan mal, hace tiempo que no lo intentaba y ahora lo intento con todas mis fuerzas, porque no quiero perderte. No pienso perderte.
A las pruebas me remito, que el corazón lo tienes perfecto, ¿ves? no lo estoy haciendo tan mal.
Podría ser un desastre, podría perderte cada vez que quisiera encontrarte, podría tocarte pensando en otras y besarte pensando sólo en mí, podría abrirte cada herida y aplaudir mientras te veo sangrar, podría volverme loca de risa cada vez que lloras por verme marchar o podría quedarme y verte reír, así que entre todas estas posibilidades, creo que me quedo viviendo en ti.
No hay mucho más que decir, sólo quería contarte que duras lo que dura un semáforo rojo en Dublín:
una
eternidad.