Tengo algo en el estómago que no me deja escribir.
Y es que ya me cansé de las prisas
y tengo miles de caricias que dar
pero también un nudo en la garganta
que está más acojonado que yo.
No me hables de trenes
si aún no nos hemos dejado llegar
y olvidemos los andenes
para cuando nos veamos marchar.
Háblame de amor
de cruzar semáforos en verde de la mano
porque cuando estaba rojo nos estábamos besando,
de observar Madrid desde cualquier azotea
y que sean las estrellas fugaces
quienes nos pidan deseos.
Háblame de tardes de domingo en el sofá
con cinco mariposas en cada sentido
y que la sexta sea el común
y que el común sea uno
tú conmigo,
uno.
Háblame de escapadas a valles,
de baños sin ropa en ríos congelados;
de sexo desenfrenado
detrás de puertas públicas
en los que el público no pare de gemir;
de camas que hacen desayunos
con tan sólo dos cuerpos desnudos.
Háblame de hablarnos con las manos
o tal vez de besarnos con los ojos,
de no seguir las reglas
y que sean las reglas quienes nos sigan a nosotros.
Háblame de llenos rotos
que habitan vacíos enteros;
y de vasos medio llenos
que nos lleven a querer
hacer pie en cualquier esquina.
Te hablaré en cambio de ruinas
de esquinas dobladas en las que seguir escribiendo,
de los grandes destrozos
que se hicieron con la yema de los dedos;
de querernos en pentagramas,
con medias y sin ellas
con el miedo encima de la mesa.
Te hablaré de vértigo y con él,
de precipicios preciosos
o de tu sonrisa
de valientes cobardes o de mí;
de celos mirándonos al espejo,
de reflejos que sonríen con recelo.
Te hablaré de eso de lo que todos hablan
y que pocos conocen en los tiempos que vuelan,
háblame si acaso tú lo conoces,
porque como decía Oliverio Girondo
"si no sabes volar,
pierdes el tiempo conmigo."