jueves, 16 de julio de 2015

Sé feliz.

Ayer pasé por la calle en la que solíamos querernos y no sé si lo sabes, pero han cerrado nuestro bar favorito. 
Ese al que íbamos siempre que algo se torcía, el mismo en el que nos emborrachábamos hasta tal punto de decirnos gilipolleces que jamás creeremos, como ese "te quiero" que me dijiste con nosécuántascervezasdemás, o como ese día que te acaricie los párpados y te dije "eres cielo". O como aquel día que te dije "ven a mi casa, te haré el desayuno en la cama" y tú aceptaste, y no paramos de desayunar hasta la hora de la merienda.

Bueno, que lo han cerrado, ¿sabes? Y no creo que sea casualidad, no creo que hayan elegido justo este momento para acabar con todo lo que quedaba de nosotras. 

Porque era la único que quedaba, y ya no está. 

Y ya nunca sé nada de ti porque tampoco quiero saberlo, porque si te veo por madrid te saludo pero también te digo adiós. 
Y cuídate. 
Y hasta nunca. 
Y sé feliz. 

Sobre todo sé feliz, sé tan feliz como lo soy yo, porque ya no queda nada de nosotras, porque ya no queda nada. Ya no queda ni el recuerdo, ni los ventiladores, ni las sábanas, ni ese libro porno que había en el armario de mi habitación, ni los besos en la nariz, ni el sexo, ni las llaves de tu casa en mi mochila, ni tu cepillo de dientes en mi baño, ni el mío en el tuyo, ni los secretos, ni las llamadas, ni tú. Ni tan siquiera tú. 
Ya no queda nada.
Adiós.
Cuídate.
Hasta nunca.
Y sé feliz,
sobre todo sé feliz.