lunes, 25 de agosto de 2014

Cambios.

He probado a lo que sabe una ausencia y es algo parecido al te: amargo pero dulce, caliente pero frío, rico pero pobre.
Mentiría si dijese que estoy mal,
no estoy mal, de hecho, estoy asombrosamente bien. 

¿Sabes esa sensación de querer gritar, correr, saltar y acabar tirada en el suelo, con unos suspiros de menos y unas sonrisas de más? Pues yo.

Los cambios no se producen solos, ni tan siquiera nosotros producimos cambios, no os creáis tan autosuficientes porque estaréis equivocados. Nosotros, producir cambios, los mismos que no sabemos ni enamorarnos. Si hay algo imposible en esta vida es que nosotros cambiemos algo.
Pues bien, los cambios nos producen a nosotros, ¿notáis la diferencia? Cambios autosuficientes. Personas inútiles. 

Y no siempre son felices, pero cuando lo son, no hay quién los aguante. 

Os lo explico: es algo parecido a montar en las atracciones de una feria, a comer helado y mancharte toda la boca para que después te la limpien con un morreo, es algo parecido a comer macarrones con las manos o a intentar beber leche haciendo el pino. ¿Alguna vez habéis tirado piedras a un escaparate? Yo tampoco, pero sé que es algo parecido. ¿Por qué? No lo sé y probablemente tú tampoco.

Es como tirarse rodando por la montaña más alta del condado, subir a la rama más alta del árbol más cercano o derribar montañas de cojines de un solo salto.

Es algo parecido a mí, porque si me miro en este justo instante en el espejo, veo todo eso que os he contado.

Ahora me pesa más el futuro que mirar atrás, y no porque te haya olvidado si no porque hay otros cuerpos que recordar. La emoción del quién será, qué pasará y cuándo pasará. 

Pero también es echar de menos, y hacerlo de verdad. Ver a una madre pero no poder tocarla, ver a un hermano pero no poder gritarle, ver a un padre pero no poder abrazarle, ver a unas amigas y no poder bailar. Eso es echar de menos de verdad, y no vuestras sucias teorías de que no podréis volver a besarla nunca más. Algún día esas teorías también fueron mías: "no la podré volver a besar" "seguro que me olvidará" "en unos meses no se acordará de mi nombre". 
Y repito: sucias teorías, siempre os va a recordar. 

Echar de menos de verdad es completamente distinto. Es no olvidar nada, ni un olor, pero a la vez no ser capaz de recordarlo. Seguro que no me entendéis pero tampoco voy a esforzarme en que lo hagáis.

Pero después de todo, os lo prometo, no estoy nada mal. De hecho, mentiría si dijese que estoy mal, no estoy mal. Estoy asombrosamente bien. Tanto que a veces, me llego a asustar. 

Y es que ahora, justo en este instante, hay una extraña fuerza que me lleva a sentirme bien conmigo misma.

Algunos lo llaman felicidad.

Y yo, también.

domingo, 17 de agosto de 2014

Quizá puedas entenderme.

Si me voy lejos es porque quiero echarte de menos, quiero echarte tanto de menos que tenga que morderme las uñas a todas horas, tanto tanto que no pueda rascarme la espalda pensando que lo estás haciendo tú. 
Pero eso no es todo, quiero echarte tanto de menos que tenga que conspirar con muchísima premeditación y alevosía contra mis sentimientos y ser juzgada cuando aparezca tu sonrisa en ellos; que si por algún casual alguien me coge la mano no suelte esa sonrisa de gilipollas pensando que eres tú quién se está paseando por mis huellas dactilares. 
Echarte de menos a nivel experto, a un nivel que ni tú ni nadie pueda superar, que ni yo misma pueda superar, ese nivel que alcanzas cuando las cosas te salen del todo mal.
Quiero echarte de menos aquí y allí, en la cama y en el mar, echarte de menos sin saber por qué pero sabiendo siempre por qué no te lo diría jamás. 
Echarte de menos incluso por encima de toda tu nostalgia y de toda mi tristeza, superar límites en cuanto se traten de ti o de cualquier estúpida cosa que tenga que ver mínimamente contigo, por ejemplo, sentarme enfrente de la tele a no escucharla o tener en la mano una cerveza y no beberla. 
Yo que sé que al fin y al cabo todo es echarte de menos, así que yo quiero echarte de menos porque quizá, esa sea la única manera de no echarte de mi vida.