viernes, 28 de febrero de 2014

Duda en do mayor.


                   -¿Tú me echas de menos?
                  -A veces.
                 -¿Por qué?
                 -Porque nadie ha sido
                  más importante
                 después de ti.

Después de tanto tiempo hemos vuelto a acabar el día como solíamos hacerlo, reventándonos el tímpano durante horas.

Hemos hablado de ti, de mí, de las veces que he follado en esta cama sin que fuese contigo pero manteniendo que lo importante es que aquí tú fuiste la primera.

De los labios que hemos besado desde que nos marchamos, de las bragas que mojamos, de los olvidos que robamos, de los intentos fallidos de no saber más de ti.

De las dudas, de los cuentos que creía cuando me decías que nunca llegaste a besarla, de la cara de idiota que se me puso en aquel cumpleaños.

De las veces que yo te decía que no y tú pasabas la mano por mi tripa y era sí, de cuando llegábamos tarde porque todos esos gilipollas no entendían que hacerte el amor, o hacerte, amor, era mucho más importante que ellos.

Del precioso comienzo de película que como todas tuvo final, de las veces que cogías mi mano debajo de la mesa, de cómo conseguías ponerme nerviosa, de que casi nos pillaban hasta que nos pillaron, del 'joder cariño, la has liado' y de todas las veces que te quedaste a vivir.

De que a lo mejor sí que estuve enamorada pero cuando llega la duda la trama pierde seriedad, de las veces que suelto 'ay joder, hija de puta, ojalá nunca hubieras aparecido', porque a ti sí que ojalá no te hubiera conocido en mi puta vida.

De tu sofá, de las películas, de la manta de tus piernas, de los sábados en vela, del comienzo que decía 'sólo es ella', de las vistas por la ventana, de la primera vez.

De la vida, de la nuestra. Y es que al final de todo sólo nos queda emborracharnos.

jueves, 13 de febrero de 2014

Hasta que de aplausos nos enamoremos.

¿Qué probabilidad hay de que permanezcas junto a mí si te pido que me beses, que decidas quedarte?

Lo siento, pero es que no me puedo creer que no te hayas dado cuenta de cómo miro tus labios. Como un suicida en la azotea del Círculo  de Bellas Artes. Como el que admira a un cerezo en primavera. Como un ciclista llegando a la línea de meta. Como un asesino en la cárcel.

Qué pasaría si en un descuido, me cuelgo de tus labios y me precipito a la catarata de tus piernas. Si de golpe ponemos todos los semáforos en rojo y la gente aplaude mientras nos besamos.

Imagínate que vuelves sin tan siquiera haber estado nunca. Que eso es lo malo de que nunca te hayas ido: que tampoco te has quedado.

Quién me diría que estaríamos así. Que no estaríamos pero sin embargo, moriríamos de ganas por estar. Que muerto el perro, no se acabó la rabia. Que tú me has matado ya varias veces y mis ganas de quererte siguen intactas.

Si quieres, si no te atreves, si ves que no me atrevo, podemos dejarnos pasar. Como el que pierde un tren en su puta cara y después nunca más vuelve a pensar en él. Pero te aviso, nos arrepentiremos de haberlo hecho. Al saltar, me acordaré del vacío enorme que vestían tus manos. Al besar, te acordarás del recelo con el que mis dientes se mordían el labio.

Y es que fíjate, presta sólo un poco de atención, he censurado todos los monólogos que hace mi mirada cuando te tiene delante por escándalo emocional. Pero tú puedes seguir como si nada. Como si acaso tus manos no hablasen por ti.

¿Quieres oír un consejo? Aprende a mentir.

Piénsalo menos de lo que me piensas a mí, pero toda esa gente ya está preparada para aplaudir.

martes, 4 de febrero de 2014

No nos pongamos tan dramáticos.

Hoy he mirado la alarma justo un minuto antes de sonar, y he cerrado los ojos de nuevo.

Como cuando sabes que es la última noche con una persona y no paráis de abrazaros,
de follar,
de besaros.
O como los tres segundos antes de correrte, esa sensación de placer y dolor.
Los tres segundos de después.
Como cuando pegas el último mordisco a tu bocadillo de jamón y después soplas las migas que has dejado en la chaqueta.
Como la última cucharada de tu postre favorito,
como mi última cucharada de la tarta de queso.
Como esos tres segundos en la ducha en los que el agua sale completamente fría y te atreves a soltar un pequeño grito.
O como cuando vas en el metro a hora punta y llegas a tu parada,
y te bajas.
Como cuando tu madre te echa una bronca horrible y por fin, después de media hora gritando, se calla.
Como cuando te dicen que quedan cinco minutos en la clase que odias:
y suena el timbre.
Como el último día de trabajo antes de las vacaciones de verano.
Como el último partido de liga, ése que siempre acaba en ducha y alcohol.
Como los últimos diez minutos en un viaje de seis horas:por fin vas a verla después de tanto tiempo.
O como cuando se va para no volver y te besa, el último beso de despedida, joder, el último abrazo de despedida.
Como aquella noche en la parada de autobús, cuando tú me mirabas los labios y yo no tenía cojones de besarte.
Como la última vez que te pienso al día, que es la que precede a la primera.

No seamos tan dramáticos y esforcémonos en poner los cinco sentidos en pensar que los finales, sí son para tanto. Para tanto sonreír. Porque al fin y al cabo, el último polvo siempre va a ser el polvo de tu vida.