jueves, 9 de octubre de 2014

El whisky que me habló de ti.

Lo mejor que se me da hacer es beber
y fingir que todo va bien,
que el alcohol no me afecta
y que a ti no te echo de menos.

Porque decir que te echo de menos
sería arrastrarme por los huecos que esta vida
ha dejado para los que aún queriendo
jamás encuentran la salida
que les lleve directos a casa.

Que me lleve directa a tu casa
a tu cama y a tus besos
a perderme en ese juego
en el que nadie gana
y en el que a la mañana siguiente
nosotras perdemos todo
menos el miedo a decirnos:
a veces, te quiero.

Porque a veces te quiero
como se quiere al último trago de la copa de whisky
con sabor amargo,
te quiero en esa tanda final porque sé
que mañana no podré recordarlo
y que tú
no lo habrás olvidado.

Pero lo hago,
te quiero aunque no sepa si te quiero
y aunque no quiera decir
que lo hago.

Aún así me montaré en la noria de tus pasos
fingiré haberme mareado para sentir tus dedos
paseando por mis párpados 
para sentir tus labios
llorando con mis labios.

Bajaré a tu túnel del terror
y besaré tu ombligo,
creeré en todas las historias de fantasmas 
que me contaron antes de conocer
que la única realidad no escrita
está contigo. 

Y volveré a ti,
una y otra vez
otra y una vez,
volveré 
porque volver 
es la única forma
de que no perdamos
el equilibrio.

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