domingo, 30 de marzo de 2014

La hostia de mi vida.

Todo es cuestión de tiempo menos tú, que eres respuesta.

Que me dejaste con la cama deshecha y las bragas en la mano mientras pegabas el portazo.
Puedo seguir esperando a que te enamores de mí, ¿verdad?
Total, esperarte te voy a esperar, eres mejor que esperarme a mí.
Qué coño quieres que espere de alguien que se muere por el tuyo, que después de tanto invierno sigue intentando quemar la primavera y volver a arrancarte las bragas a mordiscos en el portal número veintidós.

Fuiste el vaso que colmó todas mis gotas y me rompió quedándose tan ancho.Tan largo.

Pero todas esas camas te fueron pegando, pezado a pezado, orgasmo a orgasmo.

Como yo, que pegué las sonrisas que dejaste rotas cuando te marchaste. Y acabé con todos los campos de margaritas que arrasaban la ciudad.

Qué haces con tu olfato desde que no tienes cerca mi colonia favorita. Quién te hace tu desayuno preferido para llevártelo a la cama. Quién va a abrir las puertas de tus bragas y meterse hasta el corazón.

Te fuiste, como el calor en septiembre, como los amores de verano. Que no son amores, son los mejores meses del año.

Que el amor cuando se acaba nadie lo tira a la basura, nos encanta cogerlo y abrazarlo, yacer con él justo al lado, desnudarnos por las noches delante suya con la mano entre las piernas y un orgasmo en los ojos. Que sí, que somos tan gilipollas que hablamos de él durante días y días seguidos, ahogamos a la almohada con sus recuerdos y besamos todas las esquinas en las que plantó su culo mientras nos tenía encima.

Que si nos ponemos, nos tocamos. Y si se pone, le invitamos a cerveza.

Nos paramos delante, para ver como la espuma salta en el volcán que habita en su boca para llegar hasta las entrañas. Hasta donde antes, quedaban pequeños resquicios de amor, de mí. A dónde van las mariposas cuando las matamos porque nos acojona querer a quien está al lado.

No es que estemos muertos, es que nos estamos matando.

Tenemos que enamorarnos, que no forzar el amor. A nadie le gustan las bombas de relojería. Tenemos que enamorarnos hasta que duela, y cuando duela, seguir enamorándonos. Que al fin y al cabo el amor, es lo único que merece quitarnos la vida.

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