Eras presente cuando aún no me atrevía a tenerte,
que me perdía en las horas del reloj
porque sabía que te encontraría.
Eras la suerte
que todos buscaban en sus tréboles,
el día de San Patricio
hecho sonrisa.
Eras la colonia favorita
de la chica del metro
que siempre salía del tercer vagón
a las siete en punto.
Eras la pistola
que siempre apuntaba al pecho
cuando yo estaba delante,
el gatillo que siempre daba en las rodillas
con la intención de hacerme temblar
con la finalidad de verme caer.
Eras la cobardía
del atrevimiento.
La inquietud
del miedo.
Eras el reloj
que siempre llegaba 39 minutos tarde
y lo paraba empezando con el pie izquierdo.
Eras el gato blanco
que se cruzaba con una persona negra
y no le temía a la mala suerte.
Eras la reina de corazones
que tenía todos lo de la ciudad
y detestaba a cada cual
más.
Eras la princesa
que encerró al dragón
en la última torre del castillo.
Eras el pájaro sin alas
que se tiraba desde un séptimo
porque quería aprender a volar.
Eras el dolor
hecho cura,
la cicatriz
hecha herida.
Eras la carterista de corazones
que te pillaba a hora punta
y disparaba en tiempo muerto.
Eras el cordón de zapatilla
que siempre se desataba
pero nunca te veía caer.
Eras la cornisa favorita
de la suicida más estúpida
de todo Madrid.
Eras el policía
que daba la mano al ciudadano
y se ahorraba
cinco de cada seis palos.
Eras la chica
que temía al amor
pero estaba deseando enamorarse.
Eras La Maga
que bebía mate
y te hacia jaque.
Eras del verbo estar
pero nunca ser.
Eras tú todas las mujeres de mi vida
y ahora son todas las mujeres de mi vida
quienes hablan de ti.
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