martes, 12 de enero de 2016

Ella dijo que sí.




Ella dijo que sí. Ella dijo que sí quería emborracharse contigo cada noche, que dejaríais la puerta abierta para que escapasen los fantasmas, que te dejaría besarla después de fumar ese asqueroso tabaco de liar, que no haríais ni un sólo día la cama porque no teníais intención de salir de ella. 


Ella dijo que sí, que cocinaríais juntos con todo lo que eso conlleva: con la harina por las paredes y con su culo encima de la encimera pidiendo tregua. Que sí, que quería compartir comida contigo, que siempre había deseado tener a alguien con quien compartir plato sin sentir recelo por ver quién se come el último bocado.

Ella dijo que sí, que sí a las tardes de película y manta, que si a tus manos tocando su cintura y sí a tu lengua. Sí a los masajes en los pies y en la espalda, si a los besos en las piernas. Sí a robarte camisetas cada noche para dormir.

Ella dijo que sí, que aceptaría todos los bailes que le propusieras, incluso sabiendo que ibas a pisarle los zapatos. Que quería recorrer New York contigo, pero también Madrid. Que alquilaríais un hotel en pleno Times Square y pasaríais la noche riendo y cantando. Que desayunaríais perritos calientes y cenaríais quién sabe qué pero a quién le importa.

Ella dijo que sí, que quizá algún día, llegaríais a ser algo, que quizá algún día, volveríais al punto de origen y entonces juntos, y cogidos de la mano, gritaríais que sí, que cuando dos personas tienen que estar juntas ni tan siquiera el tiempo es capaz de frenarlas.