martes, 25 de junio de 2013

La valentía de vuestras vidas.

Una tarde cualquiera
el amor llamó a su puerta
y ella le abrió entusiasmada
porque no sabía el portazo que se llevaría en la cara.

Empezó una nueva vida
una etapa que parecía maravillosa
dos hijos que alegraban día a día
y un marido que dejaba mucho que desear.

Hasta que pasó aquella noche
llegó no se sabe muy bien la hora
y apestando a putas
con colonia de ron
y sólo a él se le ocurrió levantarle la mano
y joderle el futuro de una hostia.
Y ella no reaccionó
joder le quería, qué iba a hacer
su vida estaba con él.

Esta sólo era la primera
de tantas hostias
que tirarían su vida por el mayor precipicio
acompañada de la dignidad de él.

Y no lejos de avergonzarse
a la noche siguiente ocurrió igual
una buena paliza, y a dormir
que eso de hacer el amor
si es que alguna vez ha conocido esa expresión
ya lo traía practicado del bar.

Y para qué iba a dejarle salir,
alguien tan despreciable como ella
no tenía absolutamente nada que hacer en la calle.

Y sus hijos
lo mejor era que aprendieran de la vida
y sufrieran en primer plano
como le daba una paliza a su madre.
Que la vida es dura
y hay que pegarle un par de hostias.

Y de las hostias
surgieron violaciones
que no era suficiente con follarse a otras
y ya que le destrozaba la vida
iba a hacerlo bien.

Lo que él no sabía
es que un día el sol
iluminaría sus retinas hasta hacerlas sangrar
justo el día en el que ella decidiera frenar.

Ese día llegó.

Y desde entonces
la vida es mucho más bonita
el sol sale por donde quiere
y la noche ya no le asusta;
los valientes
son los más hijos de puta de los cobardes
y el amor, desde entonces el amor
viene con manual de instrucciones
y con una buena hostia debajo del brazo.

Valiente hijo de puta
que disfrutaba al ver correr la sangre.

Y ellos no fueron felices
ni comieron perdices;
pero ella aprendió que los cobardes
también tienen lugar en este mundo
y que podemos meterlos
en el saco del desprecio.

lunes, 24 de junio de 2013

Le invité a café.

No puedo escribirte porque aún estás aquí
y me encantaría que te fueras
para decirte un par de cosas bien claritas.

Así que, vamos a darnos tiempo en un poema
y te vas a ir,
y voy a escribirte
porque ya estás de menos otra vez
y voy a hacer que estés de más
que ahora sobras
y las sobras van a la basura
y tú decidiste escoger el contenedor más grande.

Que las moscas van a la mierda
y tú estás rodeada de ellas
harta de mí por no soportarte
y yo harta de ti por desilusionarme.

Qué coño hiciste con el amor
que ahora no puedo encontrarlo
que ahora se esconde y si se asoma
yo huyo.

Y todo fue por ti.

Por quererte como jamás nadie lo ha hecho
por dedicarte todo mi tiempo
y es que lo bueno si breve
es una putada;
y tú eres la mayor puta que me he echado a la cara.

Eres como el desamor hecho vida
como esa larga caminata de la discoteca al metro más cercano
a las siete de la mañana,
o como esa bronca de hora y media de tu madre
que acaba con una palmadita en la espalda.
El desamor, sin embargo,
acabó con una patada en el culo
y con ganas de no regresar,
con ansias de hibernar cada invierno
y tener romances de verano
a los que darles una buena patada en septiembre.

Y es que como la espina del rosal
siempre estás jodiendo
y pinchando hasta doler
y ver como me marchito.

Que naciste en jueves
porque siempre estás en medio
porque siempre dueles en horizontal,
porque tú me follas
y luego te vas.
Te vas
pero sigues aquí, y eso no puede ser.

Debes irte,
vete de verdad para no volver
que esta tarde el desamor ha llamado a mi puerta
y le he invitado a tomar un café.

domingo, 23 de junio de 2013

Hablemos de la vida ajena de un frasco de champú.

Nunca nadie ha hablado
del bote de champú
que está en el tercer estante de la ducha,
sí, ese que lo ve todo
y no dice nada.

Que sabes que anoche te vió
mientras bailabas de alegría
al ritmo de Extremaduro,
que sonrió tímidamente
cuando le cogiste
e inundaste de gallos su tímpano
para más tarde echar su pelo hacia atrás
y rociar su esencia en el tuyo,
y seguir cantando
gritando o bailando.
Y le abandonaste,
y él como siempre te espero hasta el día siguiente.

Y tú llegaste,
tiraste tu ropa
y él te vió llorar.
El agua salada
se veía mezclada con tu sudor.
Hasta que le cogiste
y esta vez con más delicadeza
se paseó por tu cabeza
y enfadado bajo hasta los ojos
a escocerte
que ya que lloras, hazlo con razón.
Y tú te cagaste en sus muertos;
qué culpa tendrán ellos
de que tú estés llorando.

Todo cambia tanto de un día para otro,
que a veces él se desconcierta.

Entraste veloz, fatigada
con alguien de la mano
y estuvisteis no se sabe cuánto
desvistiendoos en aquella pared,
sobre aquel lavabo.
Y entrasteis, aceleradas
y la humedad se confundía
a la altura de vuestras cinturas
y follasteis,
que es mucho más bonito que hacer el amor.
Y os tirasteis horas y horas
en aquella ducha
sonriendo como si fuera la primera vez.

Y te volviste a alejar
para volver cada día con una historia nueva
para que él te viera
y te escociera,
o diera media vuelta;
que un simple frasco de champú
también tiene vida ajena
sólo tenemos que saber dársela.

martes, 18 de junio de 2013

Eres miedo y voy a saltarte.

Os voy a hablar del miedo
sólo porque estoy acojonada,
acojonada y con miedo a quererte.

Es esa sensación,
ese nudo en la garganta al pensar en el dolor
y esa sonrisa de gilipollas al pensar en su mirada.

Es frenar para coger impulso,
es contradecirse una y otra vez
negarse a sí mismo algo evidente
y afirmarlo sólo en tu cabeza.

Es caminar de la mano
y abandonar al miedo en el asfalto
para volver a recogerlo con el último beso.

Es mi miedo,
una mujer de cabello moreno
y ojos oscuros;
de mirada tranquila
de cuerpo peligroso.

Es mi miedo,
el corazón que se acostumbró
a desquerer y huir,
y ahora no corre
no me explica el por qué.
Ahora late,
lo hace a velocidad constante.
Con calma,
con miedo.

Es tenerte en mi cama
y no querer follarte
mucho menos hacerte el amor;
es querer abrazarte
apoyar la cabeza sobre tu hombro
y dormir
y soñarte.

Es olvidar la monotonía
y caer en la rutina
caerme en ti
y empaparme de todo lo que olvidé.

Es desconocerme al conocerte
y conocerme al desconocerte.
Es sentirte sin quererte
y quererte sin decirte que te siento.

Odiando el futuro
lo imaginé no muy lejano,
lo imaginé no muy cercano
contigo.

Y es que yo me imagino al miedo
como ese vértigo a las alturas
que sólo superas saltando,
que al final, te acaba gustando.
Voy a saltarte.

Eres miedo
y yo soy cobarde;
soy mis ganas de no huirte
he llegado para quedarme.

viernes, 14 de junio de 2013

Descúbreme contigo.

Cuando seamos mayores, descubriremos por qué de pequeños
nuestros padres nos apretaban los cinturones
a la vez que decían
'cuando seas padre, comerás huevos'.
Y le echaremos huevos a la vida
y nos dejaremos romper en cualquier tortilla.

Creceremos y descubriremos la gravedad que conlleva,
lo peligroso que es querer dormir y no follar,
la seriedad del asunto.

Lo jodido que es amar
y lo cegador que es el sol,
y yo aún sigo con mi manía de odiar las gafas,
que las retinas tienen que descubrir la verdadera luz
para saber llorar también de alegría.

Que la expresión
"te mueves más que el rabo de una lagartija"
se hizo pensando en ti
y en mi cama
que también hay que descubrir
el placer que da arquear la espalda
mientras sueltas un gemido.

Que me gimas en la oreja
y destroces mis muelles mientras reconstruyes mi vida.

Los huevos y mi vida nunca se llevaron bien
hasta que llegaste para romperlos de tan sólo un beso
y ahora tiemblo entre quebraderos de cabeza
y sentimientos guardados en el caparazón.

Que las tortugas también saben querer
pero les gusta ir despacio con el proceso.

Y los caracoles babean desde que yo te conocí,
que lo hice mucho antes de desconocerme a mí;
que dejaron de sacar sus cuernos al sol
cuando tú entraste conmigo en la cama
y él se apagó.

Ahora la que babeaba era yo.

Que yo no quiero vivir de amor
ni tampoco morir contigo,
con saber qué se siente
cuando tu lengua merodea por mi ombligo
es suficiente.

Aunque pensándolo bien,
y puestos a pedir,
diles a tus dedos
que mis caderas son un buen refugio
para olvidar la vida nómada
que llevabas hasta ahora.

Ya me lo decían mis padres,
en el amor y en la guerra todo vale,
pero se les olvido dar un pequeño matiz,
no todas valen.

lunes, 10 de junio de 2013

Se de quién me hablo.

Yo solía llegar tarde
hasta que descubrí que lo bueno se hace esperar
y tú mereces que te espere,
que te espere y desespere
en un banco con una sonrisa en la cara
y armada de paciencia,
que te vea bajarte de ese bus
y automáticamente se sonrojen tus mejillas,
que llegues y me abraces
callándote un beso por vergüenza,
y yo te desvista de ella
y te muerda los labios vistiéndote de nuevo,
conociéndote un poquito más
para así conocerme a mí también.

Me gusta que nos guiemos por un camino
que no tiene dirección fija,
pero que siempre lleva al mismo lugar,
a las mismas cervezas y al mismo baño,
la misma pared en la que meterte mano
mientras tú suplicas que pare,
que ya ha sido suficiente,
pero es que joder, contigo nunca es suficiente.

Que una noche se me hizo corta
y desde entonces odio los domingos
tan sólo por no despertar a tu lado,
por no despertarte entre besos,
caricias y pupilas dilatadas.

Que ya me quedé desnuda ante tu mirada
tentándote los labios con un beso
y qué sensación.

Pero nada comparado con la espera.
Con la desesperación de buscarte entre la gente
y encontrarte antes de que llegues,
ver tu camiseta desde lejos
y echar a temblar por la idea
de tenerte un par de horas bajo mis pies,
justo encima de mi mundo.

Que me da por pensar
la de historias que habrá vivido ese banco
y sólo a mí se me ocurre susurrarle
que ninguna ha podido ser tan bonita como la nuestra,
ni tan diferente.
Que nunca habrá recogido tantas casualidades como nosotras
y debería tenernos envidia,
que él era sólo un banco
y ahora es un beso en mitad de Ópera,
una espera que se hace eterna,
una sonrisa con miedo a ser descubierta.

Ahora él es tú,
y no sabes la suerte que tiene.

Que sé que cada vez que enfilamos Arenal alejándonos
nos empieza a echar de menos,
lo sé porque yo lo hago contigo
cada vez que te veo marchar,
pero ambos sabemos que habrá otra más,
que la última ganó en nuestra partida
y se escondió por miedo a llegar.

Y la gente nos observa,
y yo te toco el culo en medio de Arenal,
que joder, eso también es hacer poesía.

Que nos miren,
que nos envidien
y que yo vea la cerveza sobre tus labios
sabiendo que es la primera de tantas,
el polvo de algunas.

Que vosotros no me entenderéis,
pero yo sé de quién hablo
cuando me refiero al banco de siempre.

miércoles, 5 de junio de 2013

Diez advertencias importantes sobre la poesía.

Advertencias sobre la poesía:

Nunca creas en el poeta, porque sólo él tiene la capacidad de manejar tus sentimientos a su antojo, de quererte y olvidarte en tan sólo verbos.

Nunca desconfíes de él, porque sabrá dedicarte los versos más bonitos y las noches más apasionadas, sabrá dibujarte corazones de verdad en el lado derecho del pecho.

Nunca te enamores de alguien que escribe puesto que ya vive enamorado, de la poesía y del poeta, no de ti; simplemente enamorate, cree en el amor, sigue haciéndolo.

Nunca le temas a una piedra por ser piedra, y tropieza con ella las veces que haga falta, tantas como vocales 'a' se escondan en este poema, que tropezar es de sabios y errar de cobardes.

Nunca pienses que nadie te describe, te escribe o te inspira, puesto que puedes ser musa y todo lo que ello conlleva, protagonista de los mejores versos.

Nunca desesperes entre las diferencias de poetas, que todos son iguales y tienen algo en común: aman la poesía.

Nunca compares los churros con Las Meninas, ni a Lorca con Sabina, son cosas diferentes, ya me entendéis.

Nunca te atrevas a decir que ahora hacemos poesía, que tan sólo hacemos la vida más bonita y las noches más dolorosas.

Nunca dejes medias tintas, ni tintas enteras; ni recorras espaldas en noches de lluvia, no busques corazones en momentos fríos; que yo me clavé en la poesía, y ella sí que sabía ahogarme en un vaso medio vacío y sacarme a flote en uno medio lleno.

Nunca digas nunca.

Para unos héroes como papá y mamá.

Vengo a hablaros de una boda que empezó al grito de ¡vivan los novios! y al tiro afinado de arroz; y acabó sin ropa pero con piscina y familia.
Empezaré escribiéndole a algo sin sentido,
algo como el amor de treinta y siete años,
como a los nueve años de noviazgo
y las veintisiete vidas de casados,
como los comienzos que no encuentran un fin
y como las personas que están ciegas de querer
y van por el mundo sin bastón.
Luego, os escribiré a vosotros,
papá y mamá,
que sois el perfecto ejemplo de héroes,
que jugábais por las calles a odiaros
sin saber que compartiríais el resto de vuestros días.
Escribiré a papá sólo para decirle
lo indecente que era por levantarte la falda y salir corriendo,
por mirarte al culo en vez de a los ojos.
Por hacerse el chulo delante de sus amigos
y abrirse el pecho por ti,
pero hacerlo en silencio.
Escribiré a mamá por la paciencia que tenía contigo
y por las hostias de mano abierta que se guardó en el bolsillo.
Por rechazar a cientos y aceptar a uno,
por querer a capa y espada ante las adversidades.
Pero sobretodo,
os escribiré juntos
como esos que convencieron a unos padres de que era para siempre,
de que merecía la pena compartir sus vidas
y lucharon entre bailes y películas por lo que más querían,
                                                   -por ellos-
como aquellos que aprendieron lo que es la vida a base de errores,
a base de golpes que dejan moratones y secuelas
y aún así,
supieron sacar adelante a dos pequeños insolentes
que no hacían más que meterse en problemas,
que retar los castigos con pícaras sonrisas
y escupir mentiras para salirse con la suya,
pequeños insolentes que han crecido para veros
y ahora no saben hacer otra cosa que quereros.
Aprendisteis a pasar los mejores veranos de vuestras vidas
en buena compañía,
entre chapuzas de los años 80;
en pequeñas tiendas de campaña
donde las noches se os hacían eternas
y entre olas de agua salada
donde revolcábais vuestros miedos.
También aprendisteis a enseñarnos lo que es la vida
cuando con la mano decíamos adiós a cada tren que pasaba,
porque al fin y al cabo es eso,
una infinidad de trenes que pasan
y no esperan nuestra llegada,
pero afortunadamente tienen un motor común,
os tienen a vosotros.
También nos enseñasteis lo que es el amor a base de sonrisas
y noches en vela,
lo que es el amor hacia unos padres
que es el único verdadero.
Nos habéis enseñado tanto
que no sabemos por dónde empezar a quereros
y solemos desesperaros con nuestra desobediencia
y malos modos,
estamos en la edad, supongo.
Pero sabéis que a quereros no nos gana nadie,
que podemos presenciar las mayores guerras
y convertirlas en treguas cuando estamos juntos;
y ahora a nosotros
solo nos queda daros las gracias por darnos la vida,
pero sobretodo,
por daros la vuestra.

Por pedir, pediría.

Me gustaría pedir tantas cosas,
que me quedaría corta al pedirte en mis planes;
y es que por pedir te pediría a ti
y a tus caprichos pasajeros,
tus noches en vela mientras duermes
dándome la espalda
y clavándome la espada,
sacándola a media tinta
para que yo te escriba.

Por pedir,
pediría un tintero invisible
para que no puedas saber
las horas que te pienso
y las veces que te extraño; 
una pluma que nunca se canse
de escribirte para crecer contigo,
con tus rimas,
con tus idas y venidas en otras camas
y mis ganas insaciables de amarte,
para envejecer contigo
en el dedo de mi mano y que juntas,
maldigamos todas esas patas de gallo
que salen con la edad y el amor,
para enterrarte y que me entierres
y encontrarnos en otra vida
para amarnos como no lo hicimos en la primera.

Por pedir,
pediría ser tu incendio
y que tú fueras mi fuego
para quemarme una y otra vez,
para quedar en carne viva
y que como siempre,
vengas a echar sal en la herida
-pero por favor, que esta vez sea saliva-
que vengas a escocerme y a besarme,
a quedarte por fin,
quedarte conmigo para nunca,
que dicen que el siempre es mucho
                                                          y cansa
y ya sabes que tú eres la pescadilla
que me muerde la boca
porque se olvidó de su cola,
porque se olvidó que los sentimientos
no entienden de esperas ni tiempos,   
                                                          ni de ti.

Por pedirte,
te pediría todos los años
en la carta a los Reyes Magos
poniendo como excusa que he sido muy buena,
que he hecho todos mis deberes
y he ayudado a todos
y cada uno de mis amigos,
que a mí el carbón no me gusta
y tú eres igual de dulce;
le diría a Gaspar que por favor
te trajera la madrugada del 6 de enero
y se dejase de árboles,
que te metiese directamente en mi cama,
que yo a cambio prometo dejarles unas pastas
y un buen vino
para que tengan fuerzas durante toda la noche;
y si ellos no me hicieran caso,
cada vez que se me cayera un diente
te pediría al Ratoncito Pérez,
que seguro que él sabe más de amor
y menos de trabajos y carbones.

Por pedir,
pediría para ti una página entera en el diccionario
situada en la letra Z por ser tu último plan
y mi primer pensamiento,
así quizá aprendería a entenderte
y a estudiar todas tu acepciones
siendo la primera olvidar,
aprendería a cerrarte de golpe
y abrirte en un par de años,
llena de polvo y de heridas,
y tan ingenua te curaría
como siempre lo he hecho
y te seguiría queriendo
tanto como lo hace Cernuda
con la poesía
                         -o como lo hace contigo-
que joder,
ya dudo si te escribía él
o te escribo yo.

Pediría pasarte de hoja
y cortarme el corazón con el filo de tus labios,
sangrar para empaparte de mí
y ver como tú das vuelta y media de campana
y te alejas entre acepciones,
llegando a la última de amar,
y enseñarte lo que esto significa
para que tú me llames tonta por creer en ti,
que no en el amor.

Por pedir,
pediría ser los pliegues de tus sábanas
y meterme entre tus recovecos todas las noches,
que estemos secas y me dejes húmeda
besándote en otros labios,
abrazarte y que sudes entre mí,
que sueñes y tengas pesadillas
de esas que tienes desde que no crees en los monstruos,
de esas que yo tengo cuando tú no apareces en mis noches
y te veo mal acompañada
que es mucho mejor que estar sola.
Te pediría en sueños de esos que ayudan a dormir
y en pesadillas de esas que ayudan a despertar.
Que ya sabes que tiran más dos ojos que un corazón,
que en los tiempos que corren
el corazón se tira en cualquier esquina
y así nos pasa,
que luego no creemos en el amor
y escupimos arcoiris en vez de hacer poesía,
que nos metemos en guerras y bombas
en vez de hacer el amor,
que nos buscamos en todas
hasta que llega la razón
para encontrarnos en cualquiera.

Por pedir,
esta vez pediría ser tu reloj sin pila
desde aquella tarde,
y pararnos en el tiempo
para no viajar al futuro
y poder girar las agujas a nuestro antojo,
en presente, por supuesto,
y no cortarnos ni sangrar,
ni echarte de menos
para que tú no me eches de más.

No podía dejarte ir
sin antes decirte algo así,
que quizá a ti no te importe
pero desde que no estás vomito arcoiris cada noche
que es la única forma de empaparme de ti.

Te pido que me busques en otra vida,
que yo ya te he encontrado en esta.

domingo, 2 de junio de 2013

Te siento pero no te quiero.


Ya te he versado, besado,
he dormido agarrada a tu cintura
y he sonreído al ver como despertabas
con el primer rayo de luz.
Ya me he comido la luna en tu cadera,
he gemido encima de tus vacios,
he sembrado amapolas en tu cama
y te he posado sobre ellas.
He roto tus esquemas
                                         -y tus orgamos-
Ya te he desvestido sonrisas,
miradas y cuerpos,
empezando por el sofá y un 'quédate'
que es tan indiscreto como tentador;
y he terminando en el lado izquierdo de tu cama,
sobre ti.
Ya te he follado
sobre la ebriedad de las ganas,
con unas cuantas copas de más
y unos 'te quiero' de menos.
Ya he disimulado los escalofríos
tras mordiscos mientras abrochabas
lo que tú misma supiste desabrochar
y entre disimulo y disimulo,
he dejado escapar una sonrisa.
Ya me he desayunado tus ganas
y me he quedado con hambre.
Qué joder,
complementarnos tan bien no tiene ni pizca de cordura,
es más bien una casualidad
manchada de incoherencia,
de una incoherencia que me gusta
mucho más de lo que me gustas tú.

Y de verdad,
tú no sabes lo que se siente
al querer sentirte sin quererte.