Dudo que seas capaz de saber cuánto te echo de menos.
A ti,
que conseguiste formar un sur perfecto
en el este de mi pecho.
Que te encargabas de acusar a todas ellas
por querer formar parte de mi poemario
porque desconocías que el significado de todos mis versos eras tú.
A ti
que te media en kilómetros aunque te sentía en centímetros
porque una parte de mí se fue contigo.
Y estando contigo
me quedé sin mí
cuando te marchaste.
A ti
que siempre vas a existir
aunque ella desconozca tu nombre,
tu pelo
o tu risa,
porque nunca le hablo de ti. Tampoco lo hago de mí
para que no pueda conocerte.
A ti conmigo
porque siempre nos quedará ese banco
en el lado derecho de la rotonda
que giraba en sentido contrario
cuando yo estaba encima tuya,
y volvía a la normalidad
cuando me dabas la mano
en mitad de aquella preciosa ciudad.
A ti
que te conozco mejor de lo que me conozco a mí
y que ocupas veinticuatro de los siete renglones de mi vida
desde que susurraste el primer
'te echo de menos'
a través del cable telefónico.
A ti,
que todos los viernes me esperabas
en aquella plaza armada de nostalgia.
Y todos los domingos llorabas
por esa despedida
que nunca llegaba,
y que aún,
no ha dado señales de muerte.
A ti,
que te empeñas en decir
que buscar algo nuevo
es sinónimo de esperar.
O de esperarme, qué sé yo.
Y a mí,
que me empeño en decirte
que he visitado varios cuerpos en estos últimos meses
y ninguno ha sabido nada de ti,
pero al llegar la noche y abrazarle,
he descubierto que ni por asomo podrían parecerse.
A ti,
que puedo estar años sin escribirte,
y sin embargo,
eres el vértice
de todos los círculos amorosos que pasan por mi vida.