miércoles, 25 de diciembre de 2013

Declaración de amor número dieciocho.

Ya estoy dentro de la cama. Me giro, y tu cuerpo. Te rozo. Y tus manos. Un beso en la nariz y todos los pedazos de este corazón han comenzado a temblar. El beso que precede al polvo, y el polvo que precede a hacer el amor.

Luego nos tocamos, nos acariciamos y rozamos uno a uno los cristales de la piel. Nos gusta sangrar porque esa es la única manera de recomponerse.

Nos lamemos las heridas como si haciéndolo fuéramos a curarnos el lado izquierdo del costado. Donde explotan tantos sentimientos abstractos.

Nuestros corazones siguen latiendo, están más vivos que nunca. Y nuestras piernas, entrelazadas, deciden sostener la noche.

La noche, por su parte, decide durar un par de días más, quizá con un poco de suerte algunos meses. Tú síguele enseñando tus piernas y verás como se acaba enamorando.

Yo por mi parte, seguiré aquí, a tu lado. Jugando con las persianas para que esos cegadores rayos de luz no nos molesten. Para que tú no quieras marcharte.

La verdad es que nunca te he dicho te quiero, pero te doy dieciocho besos en la nariz al día: uno por cada año que he pasado sin ti. Y no hay mayor declaración de amor que un beso en la nariz, y eso deberíamos saberlo todos. Que ya somos mayorcitos.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Aún a veces, te quiero.

Hace un año, exactamente un año que intercambiamos saludos por primera vez.
Que nos metimos en un túnel sin salida que no esperábamos encontrar, y que fue, ha sido y será el túnel más luminoso que he visitado nunca.

Y quién me iba a decir que tú ibas a seguir aquí.

Que después de tantos besos
y tantos paseos de tu mano,
después de tantos baches,
tantas veces que hemos resbalado,
después de tanto
yo iba a seguir echándote de menos.

Recuerdo cada noche como si fuera la primera
tus idas y tus vueltas
tus sonrisas de medio lado.
Cada llamada que se hacía eterna
tantas noches queriendo rozar tu pie con mi pie
y saber que estabas aquí,
que aunque lo intentase
no te ibas a ir.

Recuerdo cada lágrima derramada por ti
cada grito en mitad de la almohada,
todas y cada una de las veces
que me he repetido
(de una absurda manera)
que no te iba a echar de menos.

Cada viaje con destino tus brazos
los billetes de vuelta sin ida,
los recuerdos acolchados en la pared,
y las veces que tímidamente
me escribías un par de besos.

Tus celos por sentirte musa,
porque sí, eras musa
pero nunca fuiste un poema,
eso tan sólo era una excusa para tocarte
cuando no estábamos cerca.

Te recuerdo tanto
que sería capaz de explicar a qué saben tus enfados
tus manos
e incluso de hablar de la fragancia exacta tu pelo.

Te recuerdo porque eres el circulo de mis vértices
mis 'vete, pero no demasiado lejos
deja que pueda encontrarte'.

Y ha cambiado todo tanto
que te sigo recordando.
Que nadie
sabe abrir heridas y cerrarlas,
nadie excepto tú.

Y por eso que te recuerdo,
por eso que aún mataría a la distancia
por verte sonreír una vez más,
por eso que no puedo explicar en unos versos,
por ésto, por todo ésto
y justo hoy quería decirte algo:
aún, a veces, te quiero.
Porque sé que en la distancia
sigues siendo lo que más necesito.

Algo está cambiando.

Creo que algo está fallando.

Ya nadie hace el avión por la calle. Nadie estira los brazos en forma de cruz, coge aire, sonríe y echa a correr mientras suelta sonoras carcajadas. Nadie persigue a nadie hasta llegar a tocarle la espalda, tirarle al suelo y tirarse, como mínimo, quinientas sonrisas mirando las nubes.

Ya nadie sonríe frente a un bebé, ni le saca la lengua hasta conseguir la felicidad. Tampoco hacen pedorretas ni gritan y saltan hasta quedar rendidos.

Ya nadie llama a telefonillos y echa a correr mientras grita 'el último liga' y escucha de fondo a los vecinos maldecir una y otra vez a esos malditos críos.
Hemos perdido esa bonita costumbre de hacernos cosquillas durante una hora antes de dormir, ya nunca hacemos guerras de almohadas hasta terminar sin oxígeno ni saltamos en la cama bailando y cantando nuestra canción favorita.

Tampoco hacemos intento alguno de llenarnos de harina con la excusa barata de hacer un bizcocho, ni tan siquiera nos tiramos migas de pan cuando nadie mira.

Ya no nos bajamos el pantalón en mitad de la calle y nos quedamos rojos del susto. Ni nos hacemos una bola y nos tiramos rodando por la primera cuesta que nos encontramos de bruces.

Joder, ni tan siquiera tenemos los cojones de tener cinco novios a la vez y besarles detrás de las cortinas. Ya nadie se casa a escondidas en los patios de recreo ni intercambia parejas con sus amigas.

Sí, seguro que algo está fallando. Ya nadie finge ser adulto mientras su niño pequeño se muere por hacer todas estas cosas.

Algo está cambiando, porque sé que todo ésto me hace infinitamente feliz y sin embargo, nunca lo hago.

Creo que ya no somos felices, creo que nos estamos comportando como adultos.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Perdóname, estaba pensando en ti.

He vuelto a pasar por esa calle
y tenía el infierno a mis pies;
una cantidad de ruinas
se amontonaban en la acera
junto a mi corazón.

Te estaba divisando entre la gente,
en las prisas y sonrisas,
en las primeras veces.
Te buscaba en cada mirada perdida
como queriendo encontrarte,
pensando que, quizá
aún podría recordar cada parpadeo.
Y lo cierto es que no,
pero tu mirada es inconfundible.

De golpe te he plasmado
te he visto en una sonrisa
mientras recordaba los tiempos de felicidad
debilidad y fortaleza,
te clavabas fuerte en mí.
Y hoy, te he vuelto a sonreír.

Te he cantado canciones de amor y guerra
justo al lado del oído,
en tu cuello.
Y podía escuchar perfectamente tu latir,
me atrevería a apostar que me echas de menos.

Eres como esa sensación
de darte en el dedo meñique del pie
con la pata de la mesa.
Una putada.

Con un 'espera, quédate'
hubiera sido suficiente,
pero nos dijimos 'adiós'
y pegamos el portazo.

Y las hostias precedidas de palabras son la peores.

Ahora tengo una tormenta
a la altura de las mejillas
que también habla de ti
y de no sé qué huracán
que creaste en mis pupilas.
Sólo quería decirte
que hacía mucho que no despertaba
pensando en ti,
pero es que he hecho todo despacio,
como lo hacíamos siempre.
Y he pensado que quizá
deberías estar aquí.

Pero ya no dolía como antes,
aunque no te negaré
que dueles como nunca.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Pensándote bien.

Por una vez en la vida voy a reconocer
que sí, estoy hablando de ti.

Que se me ha hecho tarde
como se nos hizo en aquel tiempo,
pensándonos.

Y es que pensándolo bien
echo de menos tus manos
arañando uno a uno los pliegues de mi espalda
y suplicando por favor,
que esta vez
sí parara.

Porque siempre he sido muy estúpida,
haciendo de ti una montaña
y siendo tú un minúsculo grano de arena.

De verdad que eras mi montaña preferida,
esa que haces con cinco años
y vigilas durante horas
y horas
y horas
y más horas
en la playa para que nadie la destruya.

Luego te acercas
y la destruyes tú mismo,
con tus propios pisotones.

No creo que sea una mera casualidad que acabásemos así,
pisándonos hasta salir heridos.
Porque si algo teníamos claro
es que ni tan siquiera el público
saldría ileso de esa batalla.

Y te lo digo ahora
porque sé que ya es tarde y no vas a volver,
eras mi canción favorita:
te tocaba cuando yo quería
y te bailaba como el idiota
que baila el agua en un colador.
Me subía encima tuya
y
bailábamos.
Nos pisábamos,
nos queríamos,
nos dejábamos llenas de lametazos,
para al final olvidarnos.

Pero nunca,
nunca he llegado a olvidarte
por menos veces que lo he intentado.
Y estoy completamente segura
de que tú tampoco,
que sólo te vestías de hipocresía
y absurdo rechazo al amor
que ni tan siquiera tú creías.

La verdad,
pensándolo bien
no te podría pensar mejor,
y me prometí
una
y
otra
y
cien
veces
más
que nunca te diría todo lo que siento,
pero amor
esto de aquí no es ni una cuarta parte
de lo que llegué a sentir.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Si no fueran tan tuyos.

Esta noche me he planteado perderme en otros labios con la única intención de hablarle del cielo que esconden los tuyos.

De decirle que es el típico sitio en el que te relajas, cierras los ojos y como si no estuviera mirando, tarareas, bailas y cantas tu canción favorita.

Luego te detienes y desplomas.

Qué acogedoras son estas grietas.

Y ahora:
manos abajo, esto es un atraco a pecho armado, quiero ver como te bajas el corazón por los tobillos.
Y gritas.
Es tu sitio favorito, está permitido gritar incluso después de medianoche.

Sólo queda respirar despacio, beber un trago de la lengua más cercana y pensar,
que si esos labios no fueran tus labios, ya me habría quedado a vivir.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Mátame que la idea de vivirte es un suicidio.

Ella era un diamante en bruto. Pero no era original, no. Le tocabas y se hacía añicos.

Y ese era nuestro plan: destrozarnos.
Ser el plan.
El de siempre,
el de aquel sitio situado a la izquierda.

Y como buen plan,
nada estaba planeado.

Sólo nos dejábamos llevar por impulsos.

'Quita esa mierda de cara y ven que te dé un beso en condiciones.'

Mira, no tienes ni idea de lo que dices.
Como vaya me voy a quedar a vivir en la cornisa de tus labios y no voy a parar de saltar hasta que me deje la lengua entre tus rodillas.

No me sujetes, déjame caer. Es una orden.

'Te estoy queriendo sin pedirte que me quieras.'

Menos mal que no lo has hecho. Qué mala educación pedir un sentimiento. Y qué gilipollez no quererte.

Quédate quiero que seamos camino.

Joder. Que alguien me abrace.

Venga, ven ya.

Que todos sabemos que las ganas te están matando y sólo te da vida la idea de quedarte en la mía.

Ya es tarde y sigues sin aparecer. Ven, anda. Que cuando la noche cae echo de menos tus manos. Ellas sí que saben hacerme temblar y no esta mierda de frío.

¡Hostia, qué frío!

Aparece que sé que tienes un plan,
que si te mueres no será de ganas.
Que a ellas, también hay que matarlas.