Ayer fue 19 de enero y todos lo llaman Blue Monday. Blue Monday es el día más triste del año, pero yo lo llamo 19 de enero. Lo llamo 19 de enero porque desde que te dejé salir por esa puerta desequilibrada todos los días son tristes, y no creo que ese día necesite ninguna mención especial porque tan sólo he pensado cientocincuentavecesenti, que son los días que me quedan para que no quieras verme.
Y te entiendo, yo tampoco quiero verme, por eso he quitado el espejo de mi habitación, por eso agacho la cabeza cada vez que me tropiezo con alguno, por eso y porque mirarme a mí misma con decepción y rabia sería lo más feo que podría hacer por mí.
Así que ayer fue un día normal, un lunes que se levantó no mucho más triste que yo, pisando con el pie izquierdo todas las piedras del camino.
Pero no te preocupes, bueno, realmente sé que no lo haces porque ya no me crees, pero si en ti habita tan sólo un resquicio de mí, en serio, no te preocupes. No creo que después de todo la preocupación merezca nuestra pena. Pero si ves que un día de éstos tienes tiempo, si sientes que hacer el idiota valdría la pena por una sonrisa: háblame. No sé, dime que estás bien, que ya nunca piensas en mí y que estás completamente loca por ella, que quizá así, viéndote feliz en otros brazos, consiga yo serlo en los míos propios.
Aunque todo sea de mentira.