Nos hemos vestido de falsas ilusiones
con la esperanza de salvar el mundo,
como quien se tira por un abismo
con la esperanza de,
en mitad de la caída libre,
retroceder y conseguir que todo siga como antes.
Es que no nos damos cuenta
que las cosas que van ya nunca vienen,
que los carriles en doble dirección
se hicieron para gente con suerte
y yo aprendí a no creer en ella
cuando pedí a una estrella que alumbrara mi camino,
y lejos de hacerme caso,
la muy puta dió media vuelta.
Dicen que eso es el amor,
recordar lo puta que era
mientras añoras cada noche en vela,
esas que por supuesto,
no volverán.
Que lo que viene, va;
y cuando va ya nadie quiere que vuelva.
Nadie excepto yo,
que tengo un 'quédate' en la cabeza
que no para de dar vueltas.
Y un 'vamos a dolernos' en la punta de la lengua
a punto de echar a volar.
Mientras,
mi sístole y diástole bailan un vals vestidas de gala,
celebran que la noche es más tranquila
cuando tú no estás a mi lado.
Y yo siempre he creído que las celebraciones son absurdas,
que detrás de todo éso,
hay litros y litros de ron con cola
cargados de despedidas que no llegaron a su fin.
Que ni tan siquiera
tuvieron un comienzo.
Como la primavera,
que de golpe se marchita,
y nadie sabe dónde ha ido a parar.
Quién sabe qué hacen los enamorados
con tantos ramos cuando acaba el amor,
o cuando creen que éste ha acabado.
¿Y si lejos de acabar es tan sólo un comienzo?
Los finales traen comienzos,
y los comienzos son finales que se ven a la legua.
Quién me dice que ésto no es un final,
es más,
quién me dice que ésto no es un comiezo.
Increíbles los dos últimos párrafos, son casi perfectos, me han encantado.
ResponderEliminar