Yo solía llegar tarde
hasta que descubrí que lo bueno se hace esperar
y tú mereces que te espere,
que te espere y desespere
en un banco con una sonrisa en la cara
y armada de paciencia,
que te vea bajarte de ese bus
y automáticamente se sonrojen tus mejillas,
que llegues y me abraces
callándote un beso por vergüenza,
y yo te desvista de ella
y te muerda los labios vistiéndote de nuevo,
conociéndote un poquito más
para así conocerme a mí también.
Me gusta que nos guiemos por un camino
que no tiene dirección fija,
pero que siempre lleva al mismo lugar,
a las mismas cervezas y al mismo baño,
la misma pared en la que meterte mano
mientras tú suplicas que pare,
que ya ha sido suficiente,
pero es que joder, contigo nunca es suficiente.
Que una noche se me hizo corta
y desde entonces odio los domingos
tan sólo por no despertar a tu lado,
por no despertarte entre besos,
caricias y pupilas dilatadas.
Que ya me quedé desnuda ante tu mirada
tentándote los labios con un beso
y qué sensación.
Pero nada comparado con la espera.
Con la desesperación de buscarte entre la gente
y encontrarte antes de que llegues,
ver tu camiseta desde lejos
y echar a temblar por la idea
de tenerte un par de horas bajo mis pies,
justo encima de mi mundo.
Que me da por pensar
la de historias que habrá vivido ese banco
y sólo a mí se me ocurre susurrarle
que ninguna ha podido ser tan bonita como la nuestra,
ni tan diferente.
Que nunca habrá recogido tantas casualidades como nosotras
y debería tenernos envidia,
que él era sólo un banco
y ahora es un beso en mitad de Ópera,
una espera que se hace eterna,
una sonrisa con miedo a ser descubierta.
Ahora él es tú,
y no sabes la suerte que tiene.
Que sé que cada vez que enfilamos Arenal alejándonos
nos empieza a echar de menos,
lo sé porque yo lo hago contigo
cada vez que te veo marchar,
pero ambos sabemos que habrá otra más,
que la última ganó en nuestra partida
y se escondió por miedo a llegar.
Y la gente nos observa,
y yo te toco el culo en medio de Arenal,
que joder, eso también es hacer poesía.
Que nos miren,
que nos envidien
y que yo vea la cerveza sobre tus labios
sabiendo que es la primera de tantas,
el polvo de algunas.
Que vosotros no me entenderéis,
pero yo sé de quién hablo
cuando me refiero al banco de siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario