Te estoy escribiendo
sí, a ti;
a ti que tanto te pienso
a ti que apenas te siento.
En tu mirada he encontrado la reivindicación perfecta
y me tentó a bajar a tu cadera
a comerme la luna en tu ombligo
a mecer el sol en mis dedos.
Pero la luna no me dejó comerla
y aquella noche se apagó
a causa de la envidia,
envidia de que yo fuera el centro de tu ombligo
y de que tú fueras el centro de mi noche.
El sol, decidió esconderse
porque tu sonrisa le deslumbraba demasiado
tanto que quemaba
y tú imagínate a un sol moreno
o con mofletes sonrojados.
Dejé tu naturaleza al descubierto
y probé tu manzana prohibida
te besé el sexo
y al amanecer;
al amanecer te comí la vida.
Y en una de esas treguas
que implantamos entre guerra y guerra,
tu piel me contó un secreto
muy bajito en el que decía:
"cuidame, que no sabes lo que siento
cuando tu dedo se pasea por mi espalda
y dibuja un corazón;
cuidame, y prometo cuidarle contigo."
No te miento si te digo
que es la piel más dulce que mis labios han probado,
que es la miel más pura que jamás nadie ha encontrado.
Y por qué no, te prometo
que voy a leerte en braille cada noche
y voy a peinar tus poros cada mañana.
Y si el día está nublado,
soplaré las nubes y sonreiré al sol
le retaré a salir sólo para verte
le daré envidia porque yo te tengo
y él no.
Y ahora prometeme tú una cosa,
prometeme que tu piel
jamás le susurrará a nadie
como lo ha hecho conmigo.
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