miércoles, 11 de diciembre de 2013

Pensándote bien.

Por una vez en la vida voy a reconocer
que sí, estoy hablando de ti.

Que se me ha hecho tarde
como se nos hizo en aquel tiempo,
pensándonos.

Y es que pensándolo bien
echo de menos tus manos
arañando uno a uno los pliegues de mi espalda
y suplicando por favor,
que esta vez
sí parara.

Porque siempre he sido muy estúpida,
haciendo de ti una montaña
y siendo tú un minúsculo grano de arena.

De verdad que eras mi montaña preferida,
esa que haces con cinco años
y vigilas durante horas
y horas
y horas
y más horas
en la playa para que nadie la destruya.

Luego te acercas
y la destruyes tú mismo,
con tus propios pisotones.

No creo que sea una mera casualidad que acabásemos así,
pisándonos hasta salir heridos.
Porque si algo teníamos claro
es que ni tan siquiera el público
saldría ileso de esa batalla.

Y te lo digo ahora
porque sé que ya es tarde y no vas a volver,
eras mi canción favorita:
te tocaba cuando yo quería
y te bailaba como el idiota
que baila el agua en un colador.
Me subía encima tuya
y
bailábamos.
Nos pisábamos,
nos queríamos,
nos dejábamos llenas de lametazos,
para al final olvidarnos.

Pero nunca,
nunca he llegado a olvidarte
por menos veces que lo he intentado.
Y estoy completamente segura
de que tú tampoco,
que sólo te vestías de hipocresía
y absurdo rechazo al amor
que ni tan siquiera tú creías.

La verdad,
pensándolo bien
no te podría pensar mejor,
y me prometí
una
y
otra
y
cien
veces
más
que nunca te diría todo lo que siento,
pero amor
esto de aquí no es ni una cuarta parte
de lo que llegué a sentir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario