lunes, 23 de diciembre de 2013

Algo está cambiando.

Creo que algo está fallando.

Ya nadie hace el avión por la calle. Nadie estira los brazos en forma de cruz, coge aire, sonríe y echa a correr mientras suelta sonoras carcajadas. Nadie persigue a nadie hasta llegar a tocarle la espalda, tirarle al suelo y tirarse, como mínimo, quinientas sonrisas mirando las nubes.

Ya nadie sonríe frente a un bebé, ni le saca la lengua hasta conseguir la felicidad. Tampoco hacen pedorretas ni gritan y saltan hasta quedar rendidos.

Ya nadie llama a telefonillos y echa a correr mientras grita 'el último liga' y escucha de fondo a los vecinos maldecir una y otra vez a esos malditos críos.
Hemos perdido esa bonita costumbre de hacernos cosquillas durante una hora antes de dormir, ya nunca hacemos guerras de almohadas hasta terminar sin oxígeno ni saltamos en la cama bailando y cantando nuestra canción favorita.

Tampoco hacemos intento alguno de llenarnos de harina con la excusa barata de hacer un bizcocho, ni tan siquiera nos tiramos migas de pan cuando nadie mira.

Ya no nos bajamos el pantalón en mitad de la calle y nos quedamos rojos del susto. Ni nos hacemos una bola y nos tiramos rodando por la primera cuesta que nos encontramos de bruces.

Joder, ni tan siquiera tenemos los cojones de tener cinco novios a la vez y besarles detrás de las cortinas. Ya nadie se casa a escondidas en los patios de recreo ni intercambia parejas con sus amigas.

Sí, seguro que algo está fallando. Ya nadie finge ser adulto mientras su niño pequeño se muere por hacer todas estas cosas.

Algo está cambiando, porque sé que todo ésto me hace infinitamente feliz y sin embargo, nunca lo hago.

Creo que ya no somos felices, creo que nos estamos comportando como adultos.

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