He tenido que pararme a escribirte, pararme y sentarme para afrontar los mareos que surgen cuando nos pienso.
No es que me esté azotando el olvido, es que necesitaba quererme.
No necesitarte era mi principal necesidad.
Y ahora estoy andando sobre la cuerda floja y de cada cuatro pasos cinco son tropiezos, pero estoy preciosa con las rodillas llenas de sangre.
Y el frío, el frío me está quemando.
Que ya lo dijo Andrés, 'si quieres hacemos el verano algo más largo' pero para qué.
Si yo ya tengo mi abrigo hasta los tobillos y la bufanda tapando el corazón, sólo necesito unos nuevos guantes que sustituyan tus manos.
Noto que me separo del suelo, que no paro de saltar miedos como si fuesen las líneas blancas de un paso de peatones y yo tan sólo tuviera cinco años. Y no sabes lo que acojona hacerlo con el semáforo en verde.
O supongo que sí, para que me entiendas, es igual que cuando te besaba con el corazón en la mano y tú, muy bajito, sonreías.
Qué tiempos aquéllos, menos mal que aún puedo decir que tienes la mirada triste más bonita que jamás he visto.
Y no pretendo que me entiendas, porque yo contigo no puedo hacerlo, sólo que seas capaz de escuchar a mi mirada cuando entre tragos largos de una copa amarga te dice bajito, y sin que nadie se entere, que a veces te echa de menos.
Imagínate si pudiéramos dejar de vernos para empezar a mirarnos.
Increíble, Ari. Me ha encantado, como todo. Sigue así, de verdad.
ResponderEliminardespiertas algo en mi diferente, me encanta la forma en la que escribes. Tienes detalles muy sutiles, que arrancan una sonrisa a mi mente.
ResponderEliminarGracias por compartir este trocito de ti.