La primera vez que le vi, estaba leyendo un libro y tenía una sonrisa entre las manos. Porque sí, estaba leyendo un libro, y esa sin lugar a dudas es la mejor manera de sonreirle a un extraño.
La primera vez que le vi, le besé la comisura de sus labios, y lo primero que dijo fue 'nunca me he enamorado' y así me enamoré.
Mira, hagamos un trato -le dije- esconde tu corazón y guárdate el mío, si alguna vez te hago daño dámelo y no vuelvas a por mí, total, por un roto más nadie podrá darse cuenta.
Me besó con mi corazón en la mano, y no veáis cómo dolía.
Y lo cierto es que nunca supe dónde dejó su corazón, pero el mío me lo devolvió a los pocos meses de conocernos mientras decía:
'nunca me he enamorado, pero tú puedes hacer conmigo lo que quieras, así que tómalo, es tuyo.'
Y me dio dos besos, uno en cada fracaso, el primero por quererla a ella y el segundo, por no saber cómo quererme a mí.
Lo primero que dijo al despedirse es 'nunca dejaré que me enamoren', y soltó de golpe mi corazón.
Y así fue como perdí no sé cuántos latidos en una estación.
La primera vez que le vi dijo 'nunca me he enamorado y nunca dejaré que me enamoren', pero la segunda parte preferí no contárosla, porque así fue como me enamoré yo.
Y sí, que Escandar dijo que el amor es la hostia, pero yo nunca quise enamorarme.
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