martes, 23 de abril de 2013

Cuento a una musa.

Te vestiste de musa
y te desvestí las rarezas.
Te imaginé a mi manera
y dejaste de ser persona
para convertirte en personaje.

Te idealicé las manías
y me consumí en tus 'por qué'.
Jugué a ser poeta en tus costillas
sin que tú te percataras.

Que no hablo de bocas,
si no de tu boca;
que no hablo de cuerpos,
si no de perderme en ti.

Aún sigo buscando el idioma
que me haga sentir viva;
contigo.
Vamos a jugar a besarnos,
un beso de esos
que se van de los labios.

O juega tú a enamorarme
y déjame caer en tu juego
quizá con la única intención
de rendirme en tu partida.

Y es que eres mi particular utopía,
que juegas a vestirte de poesía
y a descoserme un poquito más
de lo que haces habitualmente.

Algún día entenderás
como me sumas,
luego me restas
me multiplicas
y acabas dividiéndome.
Tú pones los límites
y yo sólo sé tender a menos infinito;
y cuando llego a este punto
contigo,
seguro que acabo
en indeterminación.

Que a mí el tiempo
se me queda corto
cuando se trata de balancearme
en tus costillas,
y coserme
en tus roturas.

Aunque sigo esperando ese mordisco
que me incite a pecar
en tus caderas
y a balancearme en tu clavícula,
a dormir en tu sonrisa
y amanecer en tus párpados.

Me atrevería a decir
que te echo de menos;
que para echarme de más,
ya estás tú.

Y es que,
fuiste tan efímera entre mis dedos
que me cuesta recordar
a qué sabían tus descuidos.
La putada llega
cuando me hago consciente
de que éstos no llegaron a existir;
que tú eres musa,
y yo poeta.

Joder,
que te desnudaste de ella
para vestirte de musa
y desde entonces
la poesía es mucho más bonita.

Dicen que no sabes lo que tienes
hasta que lo pierdes,
y yo nunca te he tenido
pero te he perdido varias veces
y sé lo que se siente.

¿Y si algún día supieras que eres tú a quién escribo?

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