miércoles, 24 de abril de 2013

Que yo no soy, que tú no sabes.

Esta extraña sensación de saber de ti,
que no se me pasa ni contigo.
Qué no sé qué tienes,
o qué no tienes.
Que me das.
Pero hay una cosa que sí sé,
sé todo lo que me quitas.

Apareciste tan pronto
como te fuiste.
Dime,
¿cuál era tu objetivo?
¿Querías dejar grietas?
Enhorabuena,
lo has conseguido.

Te escribo porque me inspiras,
no porque te quiera,
porque es una lástima
que me inspire el dolor;
que me inspires tú.

Pero puedo reírme,
sí, me río;
te imagino follándote a otras
y corriéndote conmigo.

Y te vas a quedar a oscuras;
te dará pánico.

Desde que tú no estás,
la luz se siente extranjera;
mis dedos,
indigentes.

Indigentes,
como sinónimo de libertad;
que para sentirse preso
ya está el corazón.

Maldito invierno sin final,
malditas noches sin tu abrigo.

Me perdí en tu mar de dudas,
y naufragué mil veces
en mi lagrimal.

Y ahora llegó la primavera,
y menos mal;
que ya me cansé de llorarte
y florecí con los cerezos.

Quién fuera primavera
para llover en tu espalda;
o quizá golondrina
y despegar el vuelo en tu cadera.

Ya ni la luna
ni tus besos,
pueden arreglar este destrozo.
Por qué.



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