Querida amistad:
no sé muy bien qué vengo a decirte pero sé que tengo que decirte algo.
Deja de joderme la vida, deja de torturarme con falsas promesas que no están escritas, déjame, que ella ya existe y a ti no te necesito.
No me vió pronunciar mis primeras palabras, ni dar mis primeros pasos, ni tan siquiera vió como me partía la boca por primera vez contra el bordillo.
Pero y qué, a quién le importan las primeras veces si siempre se olvidan, si luego todo el mundo recuerda la trama de la historia, el nudo y el desenlace que aún no está escrito. Y qué, si nadie va a recordarme.
A mí no, pero me encargaré personalmente de que te recuerden a ti. Que recuerden cada tropiezo y cada herida, cada caída con nombre de vértigo, cada escena aún sin resolver. Voy a enseñarles cómo despejar la incógnita y cómo encontrarte a ti al final del túnel. A hablarles de mi refugio o de tus brazos, me da igual, a sentirme segura, libre, tranquila y feliz.
Muy feliz.
A sentir que soy para ti, que la palabra amistad se está escondiendo en cada una de tus sonrisas, que sale a saludarme, a llorarme y a reírme cuando más lo necesito.
Querida amistad, llevas ya no sé cuántos años aquí y la dirección sigue siendo la misma, hacía ti.
Diles de mi parte, que no se molesten en buscarte, que yo ya te he encontrado.
Y ahora, que llevas años aquí, pienso cerrar todas las puertas y ventanas, no voy a dejarte marchar.
Y ahora, que hay un año más en ti, déjame decirte, que después de nada sigo aquí.
PD: Felicidades, pequeña.
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