Como un día veraniego
en el que el sol brilla de lejos
y la soledad lo hace por su ausencia.
Algo parecido a leer 'La Destrucción o el Amor' de Aleixander y no llorar,
leer a Neruda y no sentir escalofríos,
versar con Cernuda y no emocionarse.
Parecido a dormir abrazadas
y morir de calor.
Es como comenzar a escribir un poema
y no saber qué decir
porque ya está todo dicho,
bueno, todo menos las cosas que no digo.
Es como escuchar un te quiero
entre humo y alcohol
y besar a quemarropa
vistiéndose de miedo,
y es que no sabéis hace cuánto
no escuchaba algo así.
Qué se siente,
qué me sientes,
qué sentimos.
No sé,
pero siempre nos dan las siete
con la misma historia de no contarte
los sueños que pasean por mi subconsciente,
que lo hago más por mi bien
que por tu bien,
porque joder, qué sueños.
Y qué despertares,
qué confusión.
Confusión la de no distinguir
lo onírico de la realidad,
porque claro, te sueño
y al despertar estás a mi lado.
Y no sé dónde estás más bonita
y no sé dónde creerme.
Y tampoco sé como acabar esto que he empezado
que es como acabarte sin ponerte principio,
que no.
Pues eso,
que hablemos del poema inacabado
porque los finales nunca son felices.
Sí, que no te acabo,
que me leas como quieras
que me beses cuando quieras;
que yo no te acabo, no.
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