Prometo que cuando estoy a punto de irme
llegas tú,
y ya no hay nada que hacer.
Llegas con esa sonrisa
en la que habitan todos los continentes,
y es como dar la vuelta al mundo
en un par de minutos
cuando debajo de las sábanas
decidimos que dos son demasiado,
y entonces, te subes encima mía
y visitamos
África,
Asia,
Europa,
América,
y ya puestos, también Oceanía
en tan sólo un par de minutos
y joder,
qué envidia debe tenernos el mundo
por poseer los mayores océanos entre nuestras piernas.
Llegas con esas manos
que parece que lo pueden todo,
haciendo treguas en guerras
y viceversa
con tan sólo una caricia
en la parte derecha de mi sonrisa
y con tan sólo una sonrisa
en la parte izquierda de mis caricias,
y a mí ya me tiras la razón por la borda
y pones el corazón viento a estribor
navegándote a toda vela,
surcando cualquier golpe de viento
que se atreva a plantarnos cara.
Que ya tiene que ser valiente
e hijo de puta a la vez.
Llegas con esos andares
que hacen vibrar mis párpados cerrados
cada vez que me sueño contigo,
es sólo entonces
cuando las catástrofes naturales
se convierten en los mejores paraísos
repletos de manzanas rojas que morder,
aunque bien sabes que ninguna sabe como tú
y yo, personalmente
prefiero darles patadas,
que tú eres como la manzana verde
que derepente apareció en mi paraíso
retando al sol para salir todos los días.
Y llegas, y yo me quedo contigo.
La putada es cuando decides irte,
y dejas todo patas arriba.
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