jueves, 14 de diciembre de 2017

Yo soy mi peor enemigo.

Tengo desde hace unos días en mi mente clavada una imagen mía de cuando tenía 5 años:
era de noche y después del beso de "os quiero mucho papá y mamá", cuando se apagaban las luces y todo quedaba en un silencio evocador, sacaba la linterna del cajón de la mesilla y miraba debajo de la cama, a ver si estaba alguno de esos monstruos de los que tanto hablaban y me llevaba con él y nunca más volvía a jugar en el patio del colegio, ni a besar a mis padres antes de dormir, ni a pelearme con mi hermano ni a ser feliz.

Todas las noches la misma historia.
Besito de antes de dormir.
Linterna.
Mirar debajo de la cama.
Respirar tranquila.

Hubo un tiempo que dejé de tenerle miedo a ese monstruo y empecé a vivir con desenfreno: alcohol, sexo de una noche y si te he visto no quiero acordarme, festivales, paseos hasta el amanecer...

Hubo un tiempo en el que todo era superfluo y nada importaba hasta que llegaste tú y entonces tú pasaste a ser todo. Recuerdo que aquél día el alcohol lo bebí de tu boca y no eché de menos la botella, también recuerdo que esa noche nos acostamos, nos acostamos y lo recuerdo y aunque a veces he intentado olvidarlo realmente nunca he querido hacerlo. Ahora la fiesta se encontraba en tu cintura y el amanecer se veía muchísimo mejor desde tus piernas.

Ahora eras tú, aunque ahora ya no seas. Eras y yo me dejaba ser contigo hasta que me diste una patada en el culo y te largaste.

Jamás olvidaré ese día porque hiciste revivir a todos los monstruos que creía haber enterrado, a los que juré jamás volver a temer.

Pero entonces volvieron las noches de oscuridad y pena, volví asomarme debajo de la cama a ver si por casualidad aparecías con ganas de quitármelo todo aunque ya no me quedase prácticamente nada. Te proclamaste monstruo porque cada noche aparecías en una nueva pesadilla que no me dejaba dar ni un solo paso en falso.

Y así estuve mucho tiempo. Creyendo que tú eras el monstruo más grande que se había atrevido a cortarme el paso sin darme cuenta de que mi único monstruo, el más feroz y peligroso, lo llevaba dentro, y que era yo misma.

Por si alguna vez te lo has preguntado, así fue como me olvidé de ti, cariño, y así fue como empecé a cuidarme a mí.

1 comentario: